LOS EVANGELIOS
USO DEL TÉRMINO
Originalmente, el término “evangelio” se refería
al mensaje de salvación que Cristo proclamó.
Fue sólo posteriormente que el término se usó
para designar los documentos escritos que relatan su vida y obras.
El antecedente de esto lo hallamos en el AT donde
el siervo del Señor que habría de venir declararía “buenas nuevas” a los
hombres (Is. 40:9; 52:7; 61:1).
Jesús vino predicando el evangelio en
cumplimiento de la profecía (Mat. 11:5; Luc. 4:18;
Marc. 1:15).
Jesucristo, el portador de las buenas nuevas, era
en sí mismo el contenido y la sustancia del evangelio.
En las epístolas de Pablo el evangelio es el
testimonio que se da de Jesús (Rom. 1:3).
El evangelista es el que lleva las buenas nuevas
(2 Tim. 4:5).
A principios del s. II el término se empezó a
usar para hablar de los registros escritos de la salvación (Did.
15:3ss.; 2 Clem. 8:5).
Había, sin embargo, un solo evangelio y quien
declaraba lo contrario era anatema (Gál. 1:8ss.).
Los cuatro registros llamados “evangelios” son en
realidad los registros de un solo evangelio.
Justino Mártir fue el primero que usó la palabra
en plural cuando se refirió a “las memorias compuestas por los apóstoles
llamadas “evangelios” (Apol. 66:3).
Estos evangelios era “de acuerdo a, según”, no
“de”.
El evangelista no era el escritor de un evangelio
sino el que llevaba el mensaje.
Estas obras constituyeron un nuevo fenómeno
literario.
No eran biografías como tales, pues omiten mucho
material que contienen las conocidas biografías.
Pero se parecen a ellas, más que a ninguna otra
cosa.
Están en forma histórica, pero los datos se
presentan de tal modo que las buenas nuevas son aparentes.
Eso explica el porqué
el material se concentra en los hechos finales de la vida de Jesús.
No son producciones literarias, pues sus
escritores no eran literatos.
No siguen ninguna forma convencional.
Buscan presentar a Jesús de la manera como ellos
lo percibieron.
En los días de la tradición oral, donde los
testigos presenciales pasaban la información de boca, no había mucha necesidad
de registros escritos.
La palabra hablada era más importante que la
escrita.
Antes que la primera generación muriera, ya los
documentos escritos estaban en proceso de compilación.
El esparcimiento del evangelio en el mundo creó
la necesidad de relatos escritos.
Lucas escribió sus dos volúmenes para atender esa
necesidad.
Los documentos se necesitaban para instruir a los
nuevos conversos así como para el culto público.
A fines del siglo II los cuatro evangelios eran
universalmente aceptados, no solo como auténticos sino como Escritura.
El testimonio de Clemente, Papias,
Justino e Ireneo indican que estos evangelios proceden de la época apostólica.
Sus escritores no tuvieron ambición de gloria
literaria, sino solo registrar el mensaje de salvación.