Crisis vitales durante el desarrollo

 

Quizá el aspecto más llamativo de la teoría de la crisis es la idea de que ésta puede conducir a un crecimiento personal (Greer, 1980). Esta perspectiva eleva a la crisis de un plano de desesperación, negativismo, peligro y desorganización (sentimientos comunes durante la crisis), a uno más positivo; el sufrimiento puede estimular también el desarrollo personal y la madurez.

El tema frecuente en las crisis del desarrollo es que sus sucesos precipitantes están inmersos en los procesos de maduración. Este enfoque ve más allá del suceso de crisis particular y se enfoca sobre el individuo bajo la luz de su historia personal de desarrollo. La pregunta es: ¿puede este periodo de perturbación, peligro y desorganización representar este intento personal de enfrentar una transición importante de una etapa de la vida a otra?

Erikson (1963) fue el primero en formalizar la idea de que la personalidad continúa su desarrollo en el curso de la vida. En tanto que Freud sugirió que la personalidad se estructura de modo determinante durante los primeros años de la infancia, Erikson considera la personalidad como algo que se desarrolla durante el ciclo completo de la vida, claro está, con cambios radicales, en tanto es una función de la manera en que un individuo aborda cada etapa del desarrollo. Él sugirió que el desarrollo psicosocial sigue una trayectoria de ocho etapas, cada una de las cuales posee un potencial de crisis. Dependiendo de cómo se resuelvan los conflictos para el desarrollo en cada nivel, el crecimiento de una persona podría detenerse en uno o progresar hacia el inmediatamente superior.

Una revisión de la investigación de la psicología del desarrollo, indica que el énfasis originalmente se hizo en los extremos del desarrollo —niñez y vejez— y sólo más recientemente en la edad adulta y media (Neugarten, 1979). Esto coincide con la sugerencia de Erikson (1978) en cuanto a que ahora se está en el comienzo del siglo del adulto. Incluso un examen superficial de libros populares, textos preuniversitarios y libros de investigación, muestran que el estudio de la edad adulta tiene preeminencia en la bibliografía.

En la década de 1970, los adultos buscaban claves en la separación matrimonial, los cambios radicales en la profesión, los valores y los objetivos, lo cual se reflejó en libros como Passages (Sheehy, 1976), Transformation (Could, 1978), y Male Mid-Life Crisis (Mayer, 1978). Estudiosje investigación como el de Levinson en Seasons of a Man's Life (1978), y el de Vaillant en Adaptation to Life (1977), así como los de Lowenthal, Thurnher y Chiriboga en The Four Stages of Life (1975), proporcionaron inspiración para una nueva teoría y una recopilación de información entre los estudiosos.

¿Cómo se relacionan estas tendencias con la intervención en crisis? Desafortunadamente, los estudios de investigación en estos dos campos —intervención en crisis y psicología del desarrollo— no se han integrado significativamente todavía. Algunos libros (igual que Stevenson, 1977) resu­mieron tendencias del desarrollo con miras a su aplicación práctica, aunque los conflictos para el desarrollo aún no han sido directamente vinculados al proceso de intervención.

En este capítulo, nos orientamos a dar pasos para llenar esta laguna al discutir primero los supuestos del enfoque del desarrollo en las crisis vitales, para entonces revisar los conflictos del desarrollo en varias etapas a lo largo del ciclo vital. Las implicaciones de la intervención se sintetizarán desde una perspectiva del desarrollo, y se sugerirán cauces para futuras investigaciones. La investigación en esta área todavía significa un largo camino desde la identifi­cación, con algún grado de certeza de los principios sobre los que el practicante puede confiar. Al referirse a sus colaboradores en psicología del desarrollo, Neugarten (1979) manifestó: "... no estamos aptos para tener un doctor Spock de la etapa adulta, porque el curso del cambio adulto es muy complejo y las diferencias individuales son muchas para cualquier libro de "cómo hacerlo" (página 888). Nuestro objetivo será entonces sintetizar hipótesis y, en particular, preocupaciones por medio de las varias etapas del desarrollo, con miras a destacar las implicaciones de la información disponible para el proceso de intervención.

 

HIPÓTESIS DEL DESARROLLO

Las hipótesis principales detrás de un planteamiento del desarrollo en las crisis vitales incluyen lo siguiente:

1.      La vida, desde el nacimiento hasta la muerte, se caracteriza por el crecimiento y cambio continuos. El cambio que caracteriza el estado de crisis es único porque es extremista, no por el cambio en sí mismo.

2.      El desarrollo puede considerarse como una serie de transiciones (algunos le llaman etapas), cada una caracterizada por ciertas tareas (Erikson, 1963; Havighurst, 1952) o preocupaciones (Neugarten, 1979; Rapoport y Rapoport, 1980). Los teóricos de las etapas sostienen que el individuo debe resolver las tareas de una de ellas para funcionar completamente en la siguiente. Por ejemplo, un adolescente necesitaría desarrollar un sentido de identidad para descubrir realmente quién es antes de ser capaz de comprometerse de manera significativa en las relaciones íntimas de la edad adulta joven. Las familias, así como los individuos, se desplazan a través de etapas del desarrollo de transición o predecibles.

3.      Las transiciones del desarrollo de la edad adulta son cualitativamente diferentes de las que se dan en la niñez y adolescencia. En tanto que la crisis en la madurez de un ejecutivo cuarentón puede parecer como una segunda niñez, o tomar la forma de una crisis de identidad en un adolescente, es una simplificación exagerada considerar esto únicamen­te en términos de los elementos de estas etapas primarias, puesto que la crisis del adulto se identifica sólo por las preocupaciones o actividades de la etapa respectiva.

4.      Como Gilligan (1979) y Bell (1977) han sugerido, los elementos de desarrollo normativo aplicables a varones de raza blanca, pueden ser muy inapropiados para las mujeres y minorías étnicas. Gilligan sugiere que cuando las nociones de separación (de la familia, primeros trabajos, etcétera) son utilizadas para definir el proceso de desarrollo de las mujeres, tal como son ahora para los varones, las mujeres aparecen continuamente como menos desarrolladas; sin embargo, cuando los elementos utilizados se relacionan con la conexión, la preocupación por otros y el enlace, el caso es inverso. Bell sugiere que, dadas las numerosas minorías étnicas en Estados Unidos, esto es, las sujetas al racismo personal e institucional, los procesos de desarrollo para varones de raza blanca y negra son muy diferentes. En una variación sobre la primera etapa de Erikson de confianza contra desconfianza, Bell sugiere que en el ámbito de dominio de los blancos en E.U.A. es muy importante para los varones jóvenes negros desarrollar un saludable sentido de descon­fianza del mundo externo, a fin de sobrevivir.

5.      Aunque cada etapa es única, los asuntos importantes de los días juveniles son por lo general repasados o reelaborados durante todo el ciclo vital (Neugarten, 1979).

La verdad es que aquellas no sólo surgen en determinados momentos de la vida, para ser resueltos y luego dejarlos atrás como si fueran eslabones de una cadena. La identidad se hacey rehace; los conflictos de la intimidad y la libertad y los compromisos para con las personas que son significativas, las presiones de tiempo, la reformulación de metas en la vida, hacer valoraciones y reconciliarse y la aceptación de los éxitos y fracasos de uno mismo; todo esto preocupa tanto a los jóvenes como a los viejos. Es un axioma, aun cuando a veces no se mencione, que las preocupaciones psicológicas de los adultos son recurrentes. Aparecen y reaparecen en nuevas formas a la vuelta de lapsos prolongados (página 891).

Rapoport y Rapoport (1980), por ejemplo, analizan el desarrollo en el curso de la vida como relacionado con el trabajo, la familia y el j uego (una triple hélice). Todas las etapas de la vida se consideran como enfocadas sobre alguna interacción de tres aspectos de la vida. La profesión, por ejemplo, puede ser algo susceptible de encontrarse a los 18 años y cambiarse a los 45, aunque aquella, como asunto vital, permanece constante.

6.      Los sucesos que precipitan una crisis en el desarrollo deben entenderse en el entorno de la historia personal de un individuo. Una discusión entre un chico de 17 años y su padre acerca de las amistades de aquél, la hora de llegar a casa y el beber alcohol debe considerarse dentro del ámbito de formación de identidad en la adolescencia tardía. De igual manera, la insatisfacción de un ejecutivo de 40 años con su trabajo y el apasiona­miento por su secretaria, deben ser sucesos incluidos en una transición de la edad considerada como la mitad de la vida.

7.      Una crisis es la versión extrema de una transición. Éstas son puntos decisivos o regiones límite entre dos periodos de mayor estabilidad (Levinson y colaboradores, 1976). Estas transiciones del desarrollo pue­den transcurrir fácilmente o involucrar trastornos considerables. Las crisis para el desarrollo son desorganizaciones que preceden al crecimiento y, de hecho, lo hacen posible (Danish y D'Augelli, 1980; Riegel, 1975).

 

TRANSICIÓN 0 CRISIS

Hay una gran cantidad de hipótesis para indicar cuándo una transición puede convertirse en crisis. Esto incluye:

a) Una crisis puede ocurrir cuando el desempeño de actividades relaciona­das con una etapa particular del desarrollo, se perturba o dificulta. Danish y D'Augelli (1980) sugieren que la transición de una etapa del desarrollo a otra puede ser frustrada por la falto de habilidad, conocimiento o la incapacidad para correr riesgos.

Como veremos en el capítulo 8 (sobre la terapia de crisis) las carencias en las dos primeras áreas —información, habilidades— son, por lo general, más fáciles de tratar para el médico clínico, que aquellas en que la dificultad implica el asunto más complicado de tomar riesgos, que se relacionan de modo directo con cuatro de los subsistemas de la personalidad: conductual, afectivo, cognos­citivo e interpersonal. Además, a estas variables personales deben agregarse los recursos materiales (por ejemplo, el dinero) y los sociales (amigos, apoyo extemo), que pueden ser factores determinantes o no, por ejemplo, en el caso de una chica de 18 años que se muda de un pueblo pequeño a la gran ciudad, en cuanto a si superará la transición a la etapa adulta fácilmente o con una gran tensión. El supuesto es que un déficit en alguna de estas cinco variables —habilidades, conocimiento, disposición al riesgo, recursos materiales y apoyos sociales— pueden alejar a una persona de la realización de actividades propias del desarrollo o tornar una transición predecible en una crisis. De igual manera, el nacimiento del primer hijo requiere de ciertas habilidades, conocimientos mínimos, etcétera, de parte de los padres, en tanto éstos reajustan sus formas de vida. La ausencia de habilidades, conocimientos, apoyos sociales, dinero o disposición al ries­go de asumir nuevas formas de comportamiento (Wandersman y colaboradores, 1980), pueden conducir a una crisis para el desarrollo en la paternidad.[1]

b) Otras maneras de entender cómo una transición puede convertirse en crisis, es pensar en términos de la sobrecarga de exigencias. Brim (1977), establece:

Una "crisis masculina en la mitad de la vida" ocurrirá para algunos hombres si resiente exigencias múltiples y simultáneas para hacer cambios en su persona­lidad; si por ejemplo, durante el mismo mes o año el hombre desecha sus últimas ilusiones sobre un gran éxito; acepta a sus hyos como son; entierra a sus padres y se somete a la realidad de su mortalidad; reconoce que su interés y vigorsexual han disminuido e incluso encuentra alivio en el hecho (página 16).

Este concepto concuerda con la definición de Holmes y Rahe (1967) de la cri­sis vital como la acumulación de sucesos (350 o más Unidades de Cambio en la Vida en un año). Sin embargo, aquí cada uno de los sucesos recae dentro de la categoría de angustias esperadas inherentes a la madurez.

c) Una transición puede convertirse en crisis si un individuo no acepta o no está preparado para los sucesos determinantes (Danish y D'Augelli, 1980). Neugarten (1976) analiza tanto la menopausia como la viudez en tanto sucesos de la vida para los que las expectativas de la mujer son determinantes en la previsión de resultados. Esta autora sugiere que la mayoría de las mujeres atraviesan por un proceso subliminal con el que se anticipan a la viudez, al darse cuenta, por estadísticas, que probablemente sobrevivirán a sus esposos. De manera similar, las mujeres en edades de 40 a 50 años, esperan la menopausia y la observan como un suceso natural. Aunque han escuchado comentarios al respecto, que generan ansiedad, también saben de antemano que todas las mujeres sobreviven al fenómeno. Y muchas de ellas toman la menopausia a la ligera considerándola simplemente como un "intervalo temporal que ocasiona depresión" (página 19). Igualmente, una gran cantidad de ellas la acepta como alivio a las molestias de la menstruación y al miedo a embarazos no deseados. Por el contrario, quienes no han sido preparados para sucesos determinantes del desarrollo, están en peligro de experimentarlos como crisis. Un hombre de mediana edad que no está preparado para el hecho de que su esposa ejerza una profesión en una empresa fuera del hogar, en tanto los hijos crecen, podría tener un trastorno por esto, en parte porque no lo esperaba y en parte porque él mismo no está preparado para su nuevo papel (ampliación de su responsabilidad familiar).

d) Por último, un individuo podría experimentar una de las transiciones del desarrollo como una crisis, si se percibe a sí mismo como fuera de fase, de acuerdo con las expectativas de la sociedad para un grupo particular de edad. Neugarten (1979) piensa que todos nosotros nos movemos entorno de "relojes mentales" que nos dicen si estamos dentro o fuera de tiempo con respecto a nuestros semejantes.

La gente se refiere fácilmente a estos relojes. Comentan con presteza un entrevistador lo que consideran la mejor edad para contraer matrimonio, tener hijos, ser abuela, cuándo debe estabilizarse un hombre en su profesión, llegar a la cumbre en la misma e incluso, qué características de personalidad deben sobresalir en los sucesivos periodos de edad (por ejemplo, es apropiado ser impulsivo en la adolescencia, pero no en la madurez). La gente estará también dispuesta a opinar si ella misma está a tiempo o no, y por qué (página 888).Esta perspectiva sugiere que abandonar el hogar, elegir una pareja, la crianza de los hijos y otros, son en realidad puntos decisivos normales de l»vida, cada uno exige cambios en el autoconcepto e identidad, y tiene potencial de crisis si su "tiempo" se pasa.

Neugarten continúa:

Por ejemplo, para la mayoría de las mujeres de mediana edad, la partida de un hijo no es una crisis. Sin embargo, es cuando el hijo no deja el hogar a tiempo, que la crisis surge tanto para el hijo como para sus padres. Para una gran proporción de hombres, el retiro es un suceso normal, esperado. Incluso, la muerte es normal y esperada en la vejez. Sólo cuando ocurre en la juventud es trágica. Aun la muerte del cónyuge, si ocurre a tiempo, no crea una crisis psiquiátrica para la mayoría de hombres y mujeres (página 889).

Para apreciar completamente el papel de las expectativas y tiempo para cual­quier individuo en particular, es importante comprender muy bien que el tiempo tiene aspectos biológicos, sociales y psicológicos, y que cada uno de los mismos ha sido sometido a cambios significativos en la sucesión de distintas generacio­nes. Por ejemplo, la pubertad llega a una edad más temprana que antes para ambos sexos, y las expectativas de vida para toda la gente han progresado, de 60 a 70 años, a una cifra cercana a los 80. Igualmente, el tiempo social ha sufrido cambios. Por ejemplo, los hombres se inician en el trabajo (debido a la prolongación en el proceso educativo) a una mayor edad que hace 2 o 3 décadas. Los cambios han ocurrido también en el matrimonio (ahora más temprano) y en la paternidad (temprana, excepto para las mujeres que han pospuesto el emba­razo por atender su carrera, y pocos hijos). Después de que los hijos dejan el hogar, periodo conocido como "nido vacío", las parejas pueden vivir de nuevo juntos por 15 años o más, puesto que la edad promedio para enviudar ha aumentado.

Para la teoría de la crisis presentada en el capítulo 2, un énfasis sobre los relojes biológico, psicológico y social es congruente con la estructura general de los sistemas. No es suficiente examinar un suceso particular, ni siquiera una etapa particular del desarrollo del individuo, sin entender también la percepción de éste en cuanto a la "adaptación" entre él y lo que la sociedad espera.

 

 

PREOCUPACIONES EN EL CURSO DEL CICLO VITAL

 

 

El cuadro 3-1 ofrece un panorama general de las etapas del desarrollo y los conflictos par la transición, tareas y posibles sucesos de crisis relacionados con cada una. Las palabras tarcas/preocupaciones se proponen reflejar una discu­sión en la bibliografía acerca del desarrollo, lo mismo que la naturaleza e importancia exactas de esas etapas. Algunos sostienen que los límites específi­cos por etapas (por edad) son importantes (Levinson y colaboradores, 1976), en tanto que otros sugieren que por razones citadas al principio de este capítulo (la repetición de motivos a través de las etapas de la vida), es también una distorsión al hablar estrictamente de límites rígidos (Neugarten, 1979; Brim, 1977). Los escritores parecen más satisfechos la relacionar las tareas con la niñez que con la edad adulta, por lo que prefieren analizar los asuntos de estos últimos como preocupaciones. Nuestro objetivo principal es tener estos temas como trasfondo para considerar cualquier crisis individual. En ningún punto conceptuaremos "por fuerza" a un individuo dentro de una etapa o impondremos una estructura del desarrollo rígida sobre la experiencia de un individuo. Por el contrario, usaremos esta información como guía para responder preguntas y probar hipótesis en el camino hacia la especificación de una estrategia de intervención. Al tiempo que los límites de edad son algo arbitrarios (o al menos sujetos a interpretaciones, según los factores sociales), puede haber variaciones de una persona a otra sobre la importancia de las preocupaciones específicas relaciona­das con cada etapa.

Quizá el aspecto más importante del cuadro 3-1 para los profesionales, es la unión entre los sucesos precipitantes con las tareas /preocupaciones propias del desarrollo. Aquí el enfoque es sobre cómo el suceso particular podría lo mismo crecer a partir de un conflicto, que esbozar un problema irresoluble en el desarrollo. La pregunta que los practicantes necesitan plantearse continuamente en esta estructura es: ¿Podría este suceso, al parecer insignificante —discusión matrimonial, pelea con los padres, problemas en la escuela u oficina—, ser enclavado en este intento personal por lograr la transición de una etapa del desarrollo a ota?

Como indica el cuadro 3-1, los posibles sucesos de crisis en la niñez pesan grandemente en las áreas de socialización, relación con los padres, amigos y éxitos/fracasos en la escuela. El éxito relativo en cada una de estas áreas es visto como necesario para el progreso exitoso hacia el nivel inmediato superior del desarrollo. Los padres y maestros (capítulo 17) desempeñan un papel, particu­larmente importante, en cómo los niños enfrentan la desorganización en el proceso de aprendizaje durante los primeros años de vida. Por ejemplo, ¿tendría una niña de nueve años dificultades en el dominio de las "tres Rs" al contemplar­se corno "estúpida", "retrasada", "diferente" o como un ser humano aceptable con capacidades y deficiencias (la capacidad posterior de algún cambio con trabajo y ayuda externa)?

La adolescencia proporciona la ocasión para tratar temas de la identidad que tienen componentes sobre la profesión, los valores y la intimidad. Como cualquier maestro de bachillerato o padre de un adolescente puede confirmar, el trastorno en la adolescencia involucra una lucha por la autoafirmación, de tal manera que se establezca la identidad. Aunque parezca doloroso, los valores primordiales de la familia y otras instituciones sociales a menudo deben rechazarse para posteriormente se reclamen como propios.

La adultez temprana es una etapa que implica preocupaciones relacionadas con la intimidad, la paternidad y la iniciación en una cairera u ocupación. Las tareas pueden concebirse como el traslado hacia una nueva identidad desde la adoles­cencia hasta relaciones adultas con la pareja y los hijos, amigos y colaboradores. La adultez temprana se refiere a un periodo de asentamiento y consolidación de las raíces, y al mismo tiempo de avance, en particular en la profesión. Estas preocupaciones del desarrollo pueden, en combinación con los sucesos determi­nantes de la vida, proporcionar la ocasión para una crisis. Ésta puede incluir, por ejemplo, el conflicto de una mujer joven para equilibrar las preferencias entre su profesión y su familia. Su selección de opciones no se realiza en el aislamiento, pero depende mucho de las actitudes y comportamiento del cónyuge, la familia y amigos. De igual manera, las decisiones de criar hijos o no, así como de cuántos tener y cuándo, son establecidas por las parejas jóvenes durante esta etapa.

La adultez media es el momento para reelaborar asuntos previos del desarrollo, y al mismo tiempo confrontar por completo nuevos problemas y desafíos. Después de años dedicados a la profesión y al crecimiento de los hijos, existe un momento para hacer un inventario de lo que se ha logrado en las relaciones con el cónyuge, los hijos y el trabajo. Los libros de la década de 1970 (Passages, Transformations, Male Mid-life Crisis y similares) permiten a los lectores conocer que en la mitad de la vida se puede esperar una separación matrimonial, insatisfacción profesional y nuevos comienzos.

De modo particular es importante señalar que los estudios transculturales (Gutmann, 1975) indican un cambio en los principales intereses en el hombre y la mujer en la mitad de la vida. Muchos hombres, que han sido activos y emprendedores en el seguimiento de una profesión y la búsqueda de beneficios económicos, trascienden hasta una actitud tierna, gregaria y protectora en sus 40 y 50 años. Muchas mujeres, por otro lado, toman un papel más asertivo y activo, al tiempo que los hijos requieren menos atención. Con el aumento en el número de mujeres que trabajan fuera de casa, y el correspondiente aumento en la división de las responsabilidades como padres, este patrón podría volverse menos elevado. Sin embargo, esta tendencia sirve para subrayar cómo los compromisos adquiridos durante la adultez joven pueden satisfacer una parte del sí mismo total del individuo, y deja otras necesidades sin complementar (Levinson y colaboradores, 1976). La elevación oportuna de la crisis en la edad mediana, entonces, comprende el entendimiento de estos compromisos y las distribuciones de energía en relación con la personalidad total del individuo.


 

Cuadro 3-1. El desarrollo en el curso del ciclo vital: panorama general*

 

 

 

Etapa

Motivo de transición

Tareas/preocupaciones

Posibles sucesos de crisis t

Infancia (0-1 años)

Con fianza contra desconfianza

Alimentarse

Desarrollar discriminación senso­rial y habilidades motoras Obtener estabilidad emocional

Transtorno en la alimentación Enfermedad física, lesiones

Recliazo por el cuidador primario

Aprendizaje para caminar (1-2 años)

Autonomía contra vergüenza y duda

Caminar, hablar

Desarrollar el sentido de indepen­dencia

Adaptación a las demandas de so­cialización

Daño físico

Conflicto con el cuidador principal

Por el incremento de la asertividad, control de esfínteres, etcétera

Infancia temprana (2-6 años)

Iniciativa contra culpa

Habilidades de aprendizaje y con­trol muscular Desarrollo de la noción corporal y aprendizaje de las diferencias sexuales Aprendizaje de valores culturales, y sentido del "bien" y del "mal" Desarrollo de las nociones de rea­lidad física y social Desarrollo de las habilidades interpersonales (con la familia y los compañeros)

Heridas físicas

Conflictos con los maestros/padres por causa de los primeros juguetes sexuales Conflictos con los materiales y compañe­ros

Ingreso a la escuela (jardín de niños o

prepriniaria) Pérdida de amistades por mudanza/migra- ción

Infancia media (6-12 años)

Industriosidad inferioridad

Dominar materias escolares (las tres Rs, ciencia, humanidades).

Desarrollo de habilidades para el aprendizaje y la solución de pro­blemas

Relación escon compañeros, maes­tros y adultos desconocidos

Desarrollar el sentido de indepen­dencia dentro del entorno fami­liar

Desarrollar el autocontrol y la tole­rancia a la frustración

Dificultades de aprendizaje en la escuela Conflictos con compañeros

Conflictos con maestros

Conflictos con los padres

 

 

Cambios en la escuela

Adolescencia (12-18 años)

Identidad contra confusión de roles

Adaptación a cambias corporales y nuevas emociones

Logro gradual de la independencia

de los padres/protectores Cuestionamiento de valores/desa­rrollo de una filosofía de la vida Exploración de relaciones perso­nales íntimas Exploraciones de alternativas vo­cación ales

Menstruación Relaciones sexuales Embarazo no deseado Graduación de la preparatoria Ingreso a la universidad Conflicto con los padres sobre hábitos per­sonales y estilo de vida Rompimientocon la novia/ruptura de com­promisos, Indecisión en la profesión Dificultades ai el primer trabajo Exito/fracaso en: estudio y deportes

Adultez temprana (18-34 años)

Intimidad contra aislamiento

Seleccionar y aprender a vivir con un compañero/pareja

Iniciar una familia (o no...)

Rechazo por una pareja potencial; relacio­nes extramarital es; separación, divorcio

Embarazo no deseado; incapacidad para engendrar hijos; nacimiento de un hijo


 

Cuadro 3-1. El desarrollo en el curso del ciclo vital: panorama general*

 

Etapa

Motivo de transición

Tareas/preocupaciones

Posibles sucesos de crisis f

Adultez

 

Desarrollo de las liabilidades pa­

Problemas de disciplina con las hijos; en­

temprana v

 

ternales

fermedad de las hijos; incapacidad para

(18-34 años)

 

 

manejar las diversas exigencias del papel

(continuación)

 

Decidir sobre el servicio militar Iniciarse en una actividad

Desarrollo total del estilo de vida personal en un entorno social

paterno

Ingresar al servicio militar; ser reclutado;

evadir el servicio Dificultades académicas; fracaso al gra­duarse en preparatoria/universidad; incapacidad para encontrar una carrera satisfactoria; desempeño deficiente en la profesión elegida Adquisición de una casa; dificultades fi­nancieras; conflicto entre la profesión y los objetivos familiares; transición a la edad de 30 años

Adultez media

Generad vidad

Adaptación a cambios fisiológicos

Conciencia de la decadencia física

(35-50 añas)

contra

estancamiento

de la mitad de la vida

Adaptación a cambios en las hijos (por ejemplo, a las adultos jóve­nes)

Ocuparse de nuevas responsabili­dades con las padres ancianos

Crecienteproduetividad y desarro­llo de la consolidación socioe­conómica

Reexaminar las elecciones tempra­nas de la vida (compañero, pro­fesión, hijos) y reelaboración de motivaciones anteriores (identi­dad, intimidad)

Modificar la estructura de la vida a la luz de cambios en la familia y las responsabilidades de trabajo

Enfermedad crónica (de sí mismo o cón­yuge) Climaterio

Rechazo a las hijos adolescentes rebeldes Alejamiento de un liijo

Decisión sobre el cuidado de padres an­cianos

Muerte o enfermedad prolongada de los padres

Retroceso en la profesión; conflictos en el

trabajo Preocupaciones financieras Cambios relacionados con un ascensopro-

fesional Desempleo

Conciencia de discrepancia entre los obje­tivos de la vida y logras Lamentos sobre decisiones tempranas acer­ca de no casarse, y no tener 1 lijas, o viceversa

Insatisfacción con las nietas alcanzadas Promoción laboral

Rompimento/conflicto con el mentor Problemas matrimoniales/relaciones

extra maritales Regreso al trabajo (de la mujer) después de

la crianza Muerte de algún(os) aniigo(s)

Madurez

Generatividad

Adaptación a la vejez fisiológica

Problemas de salud

(50 a 65 años)

contra

estancamiento

(por ejemplo, cambias en la sa­lud, disminución la fuerza)

Preparación para la jubilación

Decisiones acerca de: la jubilación (pasa­tiempos, nueva profesión)

 


 

Cuadro 3-1. El desarrollo en el curso del ciclo vital: panorama general*

(continuación)

Etapa

Motivo de transición

Ta reas/p reocu p aciones

Posibles sucesos de crisis 1

Madurez (50 a 65 años) (continución)

 

Desarrollo de relaciones de recom­pensa mutua con los hijos ya crecidos

Reevaluar, consolidar las relacio­nes con el cónyuge/otros signifi­cativas o adaptación a su pérdida (muerte, divorcio) Ayudar a los padres ancianos Hacer productivo el uso del mayor tiempo libre

Cambios en el ambiente de la vivienda (de una granja a un departamento en la ciu­dad)

Conflicto con las hijos ya crecidos

"Nido vacío" (el último liijo deja el hogar)

Muerte del cónyuge, divorcio

Conflictos con los padres

Resistencia a la jubilación (separación o abandono de las funciones laborales/res­ponsabilidades)

Vejez (de los 65 años a la muerte)

Integridad del yo contra

desesperación

Segunda aspiración/tercera carre­ra, y/o interés en pasatiempos

Compartir la sabiduría de la expe­riencia de la vida con otras

Dificultades financieras

Conflictos interpersonales con los hijos Conflictos interpersonales con semejantes (por ejemplo, en un nuevo vecindario) Indiferencia por parte de los hijos ya adul­tas

Muerte de los amigos Conciencia de la soledad

Enfermedad o incapacidad

Dificultad en la adaptación a la jubilación

 

 

Evaluar el pasado y alcanzar un sentido de realización de satis­facción con la propia vida Disfrutar una cantidad razonable de comodidad física y emocional Mantener suficiente movilidad para los cambios de ambiente

[1] Las etapas, motivas y tareas son síntesis de .I.E. Brophy, Child development and socialization. Chicago: Science Research Associates, 1977; C.E. Kennedy, Human development: The adult years and aging. New York: Macmillan, 1978; R.J. Havighurst, Developmental tasks and education. New York: Longmans, Green & Company, 1952; J.S. Stevenson, Issues ami Crises during middlescence. New York: Appleton-Century-Crofts, 1977;E.H. Erikson, Childhood and society. New York: W.W. Norton, 1963;.I. Conger, Adolescense: Generation under pressure. New York: Harper & Row, 1979; M. Fiske, Muidle age: The prime of life? New York: Harper & Row, 1979; R. Kastenbaum, Growing old: Years of fulfillment. New York: Harper & Row, 1979. t Sea o no que estos sucesos presenten "crisis", depende de diversas variables, que incluyen la oportunidad del suceso, así como de los recursos financieros, personales y sociales.

Las nuevas motivaciones en la paternidad (Lieberman, 1974), adaptaciones a la vida con adolescentes o hijos de adultos jóvenes (algunos de los que podrían estar experimentando perturbaciones considerables en sí mismos, por ejemplo, el divorcio de sus padres) y trasladarse hacia un cambio en la perspectiva del tiempo (para pensar en el que le queda de vida en vez del que ha vivido). ¿Qué adaptaciones se harán con los padres ancianos? ¿Buscar un asilo, o mudarse junto a ellos con todo y los hijos? ¿Qué impacto tendrá esto sobre los patrones ya existentes de la vida familiar? Según los recursos disponibles, la preparación y otras variables ya enumeradas, estos acontecimientos tienen el potencial para precipitar una crisis.

Después, la vida puede dividirse en madurez —entre los 50 y principios de los 60 hasta la jubilación— y la vejez, desde la jubilación hasta la muerte (Kennedy, 1978). El incremento en las expectativas de vida, y con ello, la jubilación, han alargado la vida adulta. Las preocupaciones de la madurez implican enfrentar las nuevas libertades de los padres cuando los hijos han crecido, adaptarse a la muerte de un cónyuge, la preparación para la jubilación (que puede implicar una segunda o tercera profesión), y cambios en las condiciones físicas de la vida (mudarse de una casa a un departamento, por ejemplo). El concepto de Erikson de "generatividad", que es característico de esta etapa, sugiere una preocupación no sólo con el cuidado y la orienta­ción de la propia descendencia, sino también con la siguiente generación, definida del modo más amplio. Neugarten describe los años 50 y 60 años como los de mayor interioridad, lo que significa un cambio desde una orientación externa a una interna, lejos de la audacia y de correr riesgos, hacia una acomodación de sí mismo a las restricciones del mundo externo (Neugarten y colaboradores, 1964; Neugarten, 1979). Es el momento de la consolidación de la experiencia y los recursos, y una reorientación de la propia vida hacia los años finales.

La visión de Erikson de la vejez como equilibrio entre la integridad del yo y la desesperación, se acompaña por diversas preocupaciones. Neugarten (1979) habla sobre el "triunfo de los sobrevivientes", o el reconocimiento de que uno ha probado una amplia variedad de experiencias, conocimientos sobre la vida, y ha soportado tanto el dolor físico como el psicológico, de tal forma que ninguna persona joven puede saberlo en realidad.

En la vejez surgen ciertos problemas anteriores y otros recientes. Algunos se relacionan con la renuncia; adaptación a las pérdidas del empleo, los amigos y el cónyuge; la posición complaciente de tener autoridad y el cuestionamiento de las antiguas capacidades; la reconciliación con quienes tienen significación en la vida y con los propios logros y fracasos; la resolución de la aflicción por la muerte de otros y la aproximación de la propia; mantener el sentido de integridad en términos de lo que uno ha sido en vez de lo que es, y el interés en la herencia y cómo dejar huellas de uno mismo (página 890).

Esta etapa se caracteriza también por actitudes del todo adaptativas en la vejez, aunque serían menos en la vida anterior. Neugarten y sus colaboradores al estudiar apersonas de edad avanzada, encontraron una cierta paranoia adaptati va en la que la combatividad es una ventaja para la supervivencia (Neugarten, 1979), lo que sugiere que el enfrentamiento en la vejez puede ser un proceso distinto que en los años anteriores (Lieberman, 1978).

TRANSICIONES FAMILIARES Y CRISIS

Carter y McGoldrick (1980) observan que las familias, al igual que los indivi­duos, pasan por ciertas fases predecibles (matrimonio, nacimiento del primer hijo, aparición de la adolescencia en los hijos), y que pueden ser confrontadas también con eventos inesperados), como son problemas económicos y enferme­dades. Al igual que las tareas del desarrollo en el individuo, cada nueva fase de la vida familiar requiere que sus miembros desarrollen nuevas habilidades y hagan ajustes para encarar nuevos retos. Además, la adaptación exitosa a cualquier etapa requiere que la familia haya dominado tareas anteriores.

El cuadro 3-2 hace un resumen de las etapas predecibles por las que atraviesa el ciclo vital familiar, e incluye temas y cambios requeridos en cada nivel del desarrollo. El cuadro puede ser útil en la terapia de crisis, ya que ofrece una perspectiva del desarrollo para muchas parejas y familias en crisis. Por ejemplo, muchos primeros matrimonios no son exitosos porque de inicio se llevan a cabo para deshacerse de un sistema familiar que los tenía atrapados, o para asegurarse un refugio emocional que pueda sustituir la falta de realización dentro de la familia de origen (Goldemberg y Goldemberg, 1985). La falta de las habilidades necesarias para lograr relaciones interpersonales íntimas (tarea formativa para los adultos jóvenes) hace que sea muy alta la probabilidad de disfunciones y crisis en esos matrimonios.

A manera de síntesis de los postulados del cuadro 3-2 los "cambios de segunda instancia" para cada etapa apuntan hacia varias adaptaciones en la conducta y el pensamiento (visión del matrimonio, de uno mismo, expectativas familiares) necesarias para funcionar en el nuevo nivel de desarrollo. Cuando esas adaptaciones se dan de manera fácil, lo podemos denominar transición y no crisis. Cuando hay graves desorganizaciones, debido a la falta de habilidad, conocimiento u otros recursos, otros acontecimientos circunstanciales (naci­miento del primer hijo, pérdida del empleo, conflictos maritales) pueden precipitar la crisis. Como veremos en la parte II, la estrategia clínica es identificar esos resultados subyacentes del desarrollo, en la fase de evaluación de la intervención en crisis.

CRISIS MASCULINA EN LA MITAD DE LA VIDA: REORDENACIÓN EN LA ESTRUCTURA VITAL

Uno de los estudios más llamativos del desarrollo del adulto es aquel que Levinson y sus colaboradores (1976) desarrollaron en la Universidad de Yale a principios de la década de 1970. En un intento por comprender un área relativamente inexplorada por los investigadores, el grupo de Yale entrevistó a 40 varones adultos (edades de 35 a 40), que incluían a 10 de 4 grupos ocupacionales (ejecutivos de negocios, trabajadores de la industria de nivel manual y ejecutivo, profesores de biología y novelistas). Con la pretención de comprender mejor lo que conceptuaban como "transición de la mediana edad", Levinson y sus colaboradores entrevistaron a los sujetos por varias horas y organizaron la información dentro de una estructura del desarrollo del adulto. En tanto que la estructura de este estudio se basaba en un muestreo muy limitado (véase sección de investigación), los conceptos generados son importantes y tienen implicaciones de largo alcance para la intervención en crisis y, por tanto, merecen mayor atención en este capítulo. De este estudio, Levinson estableció la hipótesis de que la crisis en la mediana edad llega cuando los sujetos entrevistados cuestionaron o desafiaron sus propias estructuras vitales. Para comprender con más amplitud esta idea y sus implicaciones en la intervención, resumiremos brevemente la transición dentro de la que está inmersa.

La estructura conceptual de Levinson es congruente con la de estructura general de los sistemas para las crisis esbozada antes. Las etapas de la vida no son simplemente un desdoblamiento del proceso biológico o una secuencia de transiciones psicológicas, puesto que también se determinan por sistemas familiares, educativos y culturales. Levinson habla acerca de "una astringente concepción sociopsicológica de los periodos del desarrollo en el varón adulto, dentro de la que una variedad de relojes biológicos, psicodinámicos, cultura­les, social-estructurales y otros, operan sólo en sincronización parcial" (página 21). Esto es congruente con la idea de Neugarten (1979), en la que la oportunidad con que ocurren los sucesos particulares de la vida es crucial para determinar si un individuo experimentará una crisis o no.

Levinson estableció la hipótesis de cuatro etapas del desarrol lo en el cam ino a la transición de la mitad de la vida. Abandonar a la Familia (AF) es una etapa que se inicia alrededor de los 16 o 18 años y termina a los 20 o 24, que abarca una transición entre la vida de adolescente (centrada en la familia) y la introducción al mundo adulto. Relacionada con el conflicto planteado por Erikson entre la identidad y la confusión de papeles, esta transición tiene aspectos externos como el abandonar el hogar familiar, menor dependencia económica de la familia y tener nuevas funciones y relaciones. Esto también tiene aspectos internos, puesto que aumenta la diferenciación entre los padres y el yo, y una mayor distancia psicológica respecto a la familia. El AF casi siempre comienza al terminar el bachillerato. Aquellos que ingresan a la universidad o a la vida militar, entran a una situación institucional nueva que, de alguna manera, es un intermediario entre la vida familiar y la de adulto. Sin embargo, los que transitan de modo directo desde el bachillerato hasta el trabajo, no tiene una matriz institucional para conformar la transición .Muchos hombres jóvenes en esta situación continúan con su vida en el hogar paterno por un tiempo, en un estado semilimitado, en el que viven su propia vida, mientras permanecen sujetos a cierta autoridad paterna.

El periodo del AF termina cuando se efectúa un cambio en el equilibrio entre la relativa conexión con la relativa separación de la familia, al tiempo en que el joven ha empezado a labrarse un lugar para sí mismo en el mundo del adulto.

 


 

Cuadro 3-2. Etapas del ciclo vital familiar

Etapa del ciclo vital familiar

Proceso emocional de transición: Principios clave

Cambios de segundo orden en el estatus familiar requeridos para proceder de un modo que propicie el desarrollo

1. Entre familias: desapego de los adultos jóvenes

Aceptación de la sepa­ración de padres-descen­dientes

a.     Diferenciación del sí mismo en relación con la familia de origen

b.    Desarrollo de relaciones de intimidad con compa­ñeros

c.     Establecimiento del sí mismo en el trabajo

2. Conformación de fami­lias mediante el matri­monio: la pareja de recién casadas

Compromiso con un nuevo sistema

a.     Formación de un sistema marital

b.    Reajuste de las relaciones con la familia política y los amigos para integrar al cónyuge

3. Familia con niños pe­queños

Aceptación de nuevos miembros dentro del sis­tema

a.     Adaptación del sistema marital para hacer espacio para el (los) liijo (s)

b.    Asunción de las roles de la paternidad

c.     Reajuste de las relaciones con la familia política para integrar los roles de padres y abuelos

4. Familia con adolescen­tes

Aumento en la flexibilidad de los límites familiares para dar lugar a la inde­pendencia de los hijas

a.     Cambio de las relaciones padres-hijos para permitir a los adolescentes entrar y salir del sistema

b.    Reenfoque marital de la mitad de la vida y de los asuntos relacionados con la carrera

c.     Iniciación del cambio hacia las preocupaciones de las personas de más edad.

5. Desprendimiento de los hijos y abandono del hogar

Aceptación de multitud de salidas de y entradas al sistema familiar

a.     Renegociación del sistema marital como un diada

b.    Desarrollo de relaciones de adulto a adulto entre los hijos que ya han crecido y sus padres

c.     Reajuste de relaciones para integrara nueras, yernos y nietos

d.    Enfrentarse con las discapacidades y muerte de los padres (abuelas)

6. Familia en etapa avan­zada de la vida

 

Aceptación de los cambios en los roles generales

a.     Mantenimiento del funcionamiento propio y/o de la pareja y las intereses al encarar la declinación fisiológica; exploración de nuevas opciones para los roles familiares y sociales

b.    Apoyo para un papel más destacado de la genera­ción intermedia

c.     Reajuste en el sistema para la sabiduría y experien­cia de las de mayor edad; apoyo a la generación de los mayores, sin sobreprotegerlos

d.    Enfrentarse con la périlida del cónyuge, parientes y otros compañeros, y preparación para la propia muerte. Revisión de la vida e integración

 

 

Fuentes: E. A. CarteryM.McGoldrick, "The Family Life Cycle and Family Therapy: An Overview". EnE.A. Carter y M. Mcgoklrick (editores), The Fainily Life Cycle: A Framework for Family Therapy (Boston; Allyn and Bacon, 1980.)

Levinson y colaboradores (1976) designaron como "Penetración en el Mundo Adulto" (PM A) al periodo comprendido a principios de los 20 años y que se extiende de modo aproximado hasta los 27 o 29. Relacionado con el estado de intimidad del yo de Erikson contra el aislamiento, la ocupación total de esta fase es llegar a una autodefinición inicial como adulto, y moldear una estructura inicial de vida que proveerá un vínculo entre sí mismo y el más amplio mundo del adulto. Como Levinson y sus colaboradores observan, la estructura vital tiene aspectos externos que se refieren a patrones de actitudes, pertenencia a ciertos grupos, intereses, estilo de vida, metas y otros semejantes, con los que un individuo se relaciona y juega un papel dentro de la sociedad. Sin embargo, hay aspectos internos que se refieren también al significado personal que cada uno de esos aspectos externos tiene para el individuo. El lado interno de la estructura vital se refiere a valores, fantasías y otros parecidos. Esta estructura en este sentido proporciona un límite entre el sí mismo individuo y la sociedad. Es un medio con el que se ordenan prioridades y ejecutan varias decisiones vitales.

Algo que resulta dominante en el periodo PMA es el concepto del sueño. Los hombres, en la muestra de Levinson, entraron en la vida de adulto con un sueño o visión de lo que sería su futuro. A menudo se describieron en un ambiente ocupacional —como grandes novelistas, ganadores del Premio Nobel, hacedores de alguna contribución para el bienestar humano— y el sueño llegó a ser el punto principal en la comprensión de las transiciones en la vida del adul­to, y en particular, las que se convirtieron en crisis. Estas a los 30, 40 años o después, a menudo resultan ser transiciones en las que el hombre encontró su sueño irreal, insatisfecho o de alguna manera deteriorado por la realidad de los sucesos de la vida.

Concentrados alrededor de los conceptos de estructura vital y sueño, algunos hombres de la muestra escogieron una profesión y se reencaminaron después de un año o dos, en tanto que otros permanecieron inestables a lo largo de la década de sus 20 años, lo que más bien los condujo a un intento desesperado por encontrar alguna dirección a la edad aproximada de los treinta. Esta edad de transición puede acompañarse por un trastorno considerable y confusión, o podría implicar una reevaluación más apacible e intensificación de esfuerzos.

El Asentamiento (A), comúnmente comienza a principios de los 30 y se prolonga al final de éstos o principios de los 40. Este periodo se caracteriza por la combinación paradójica de orden, estabilidad, seguridad y control, por un lado, y un deseo de "quitar todos los obstáculos" y "hacerla" en la profesión, por otro. El ejecutivo tiene que entrar a la estructura social a la edad de los 50 o te­ner como ingreso al menos 50 mil dólares anuales por ese tiempo; el profesor asistente tiene que obtener la titularidad a los 40, y así sucesivamente. Kennedy (1978) describe el final de los 30 con la frase "detengamos la pérdida de tiempo y apurémonos", lo que tiene un sentido de apremio para la realización de las metas establecidas en la década de los 20 años, y provocar que los sueños se hagan realidad.

La fase siguiente, Llegar a Ser Dueño de Uno Mismo (LSDUM) ocurre a finales de los 30 (de modo típico entre los 35 y 39, en la muestra de Levinson) y representa un punto importante en la temprana vida adulta. Comienza con una conciencia de frustración en la que no importa lo que el hombre haya cumplido hasta el momento, de cualquier manera él siente que no es dueño de sí de modo suficiente. El escritor se siente dependiente y restringido por su editor; el ejecutivo que es muy controlado por la compañía; el desposeído miembro de la facultad se pregunta cuándo será libre de las restricciones y demandas para condescender con la universidad y sus deseos.

Dominante en el concepto de convertirse en un hombre dueño de sí mismo está la idea de separación de nuestro mentor. Según Levinson, un mentor casi siempre es una persona de 8 a 15 años mayor que el hombre en cuestión y funge como su asesor, maestro y protector. Es el que lo inicia en el mundo ocupacional al mostrarle su entorno, compartirle su sabiduría, brindarle una retroalimenta- ción crítica y proporcionar protección para la realización del hombre más joven. La fase LSDUM se caracteriza por la separación del mentor, una ruptura causada por el incremento del conflicto entre éste y su pupilo, lo que da lugar en muchas ocasiones a sentimientos intensos de amargura, rencor, aflicción, arrebato y otros. Es un proceso de separación de quien ha sido responsable de instruir/ enseñar en los años anteriores, una separación necesaria para que el hombre joven se sienta realmente "dueño de sí mismo". (El concepto de Levinson es que al parecer resulta imposible para una persona convertirse en mentor, a no ser que ella misma haya sido un pupilo.) De modo más amplio, es la cualidad del mentor de cuidar y ayudar a los jóvenes, lo que proporciona el núcleo para, como observa Levinson, la etapa de generatividad del yo de Erikson contra la de estancamiento en la edad adulta.

Durante la LSDUM los hombres del miníelo demostraron desesperada­mente su deseo de afirmarse en sociedad en los papeles que ellos valoraban más. Tratan de alcanzar un objetivo importante que es signo de progreso hacia la consecución del sueño. Podía ser un ascenso a cierto nivel en la compañía, escribir un best seller, o lograr un reconocimiento nacional como científico. "Puesto que el rumbo y el éxito de este suceso clave toma varios (quizá de 3 a 6) años en desarrollarse, muchos hombres alrededor de los 40 parecen vivir, como uno de los sujetos en estudio expuesto, en un estado de muerte aparen­te. Durante el curso de la espera, el próximo periodo se pone en marcha" (página 25).

La Transición de la Mitad de la Vida (TMV) sugiere un límite entre la orientación hacia el logro (estado estable de gran actividad) de la década de los 30 años y una vida redirigida en la de los 40. Es en este punto que los conceptos de la estructura vital, los sueños y el sí mismo, convergen para indicar cómo una transición en la mitad de la vida puede convertirse en crisis. A los 40, la mayoría de los hombres tienen suficiente experiencia como para considerar de modo crítico sus sueños y la estructura de su vida. El problema central no es aquí que el individuo haya tenido éxito o fracaso en la realización de sus propósitos, sino en la experiencia de disparidad entre lo que ha obtenido mediante su sueño, estructura vital y conducta, por una parte, y lo que en realidad desea para sí mismo, por otra. Levinson describe esta disparidad como estar entre "lo que he alcanzado hasta este momento" y "lo que realmente quiero". Esto, a su vez, conduce a una búsqueda sobre "qué es lo que quiero en realidad".

Otra manera de entender esta disparidad es hablar sobre un ajuste deficiente entre la estructura de la vida y el sí mismo (Levinson y colaboradores, 1976):

Un hombre puede hacer las cosas bien hasta el extremo para conseguir sus metas, y encontrarse con que su éxito le deja una sensación de vacío o un gusto agridulce. Si después de fallar en algo de importancia él es el primero en culparse por no ser capaz de "hacerla", se puede decir que está pasando por momentos difíciles, pero no por una crisis de mitad de la vida. Sólo lamenta el fracaso. Él estará en crisis en la medida en que se cuestione su estructura vital y sentimientos poderosos muevan fuerzas dentro de su ser, que lo lleven a modificar o a cambiar de modo drástico la estructura de su vida, (página 24.)

Levinson indica otras concomitantes de las crisis de la mitad de la vida: a) Hay un sentido de deterioro corporal y conciencia la propia mortalidad hasta este periodo; b) hay un sentido de envejecimiento, con el sentimiento de estar más viejo en vez de joven, y de pensar en términos del tiempo que falta por vivir más que en el que se ha vivido; c) existe una conciencia de los aspectos negados de sí mismo, denominados los "aspectos femeninos" por Levinson y sus colaboradores. En años anteriores, cuando la masculinidad predominaba, lo mismo que el tener éxito en el mundo del adulto era la meta, la ternura y la protección eran aspectos del propio ser que se habían negado.

Durante el periodo de la mitad de la vida existe con frecuencia un florecimiento de fantasías sobre diversas clases de mujeres, en especial de figuras maternas (protectora y/o destructiva) y otras más jóvenes, eróticas figuras. Estas fantasías no representan una simple adolescencia tardía, una oleada final de lascivia, autoindulgencia o dependencia (aunque pueden tener en parte estas cualidades). Las cambiantes relaciones con las mujeres pueden también implicar los principios de un esfuerzo para el desarrollo. La dirección de este esfuerzo es liberarse uno mismo, de modo más completo, del dominio de las relaciones madre-hijo y emplear las propias relaciones internas con lo femenino erótico transformativo, como un medio para restañar viejas heridas psíquicas y aprender a amar aspectos del sí mismo subvaluados en el pasado. Ésta es la relación cambiante del yo. que es el problema crucial de la madurez (página 25).

La crisis en este punto implica la conciencia de una estructura vital que deja partes del sí mismo sin cumplir. Como lo señala el párrafo anterior, las relaciones en la mitad de la vida con frecuencia se relacionan con el descubrimiento de aspectos del sí mismo negados en otros tiempos como sucede, por ejemplo, con el ejecutivo que se enamora de su secretaria y le saca a relucir partes de él mismo (sentimientos, pensamientos, creencias) que él no hace presentes en la relación con su esposa. La reorientación en este punto implica una reinspección de la estructura vital (enmendarla o modificarla para la mejor actualización del sí mismo).

El concepto de Levinson sobre la crisis en la mitad de la vida (el cuestionamiento de la estructura vital) ofrece un modelo para la valoración y tratamiento de las crisis del desarrollo, definido de un modo más amplio. En su aspecto interno (los sueños, sentido del sí mismo), ello propone que examinemos las metas, aspiraciones, esperanzas y expectativas del individuo en el camino hacia la comprensión de lo que un suceso particular significa para él en una situación de crisis (Taplin, 1971). En sus aspectos externos, este concepto permite la investigación de los papeles y responsabilidades, relaciones familia¬res, amistosas, alternativas de trabajo y pasatiempos del individuo. En el capítulo 2, subrayamos la importancia de comprender cualesquiera crisis individuales en el entorno de la familia, la comunidad y las variables sociales. El concepto de estructura) y el mundo externo (aspectos externos). Como veremos en nuestro análisis del procedimiento de la terapia en crisis, y por medio de casos ejemplificativos, la estructura de Levinson exige una evaluación del rango completo de variables importantes, y propone los pasos a seguir en la resolución de la crisis: por ejemplo, la modificación de las fantasías (¿un nuevo sueño?), cogniciones transformadas, una nueva conducta (en los papeles) y el estilo interpersonal (relaciones con el cónyuge, los amigos y semejantes) (figura 3-1).

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Figura 3-1. La crisis como un desafío a la estructura vital.

IMPLICACIONES DE LA INTERVENCIÓN

Una atención más cercana a la perspectiva de desarrollo esbozada en este capítulo, reditúa diversas implicaciones prácticas para el proceso de interven­ción en crisis. Si bien la brecha entre investigación y práctica es aún muy grande, es posible brindar a los profesionales del campo sugerencias fehacientes del conocimiento existente.

Primero, hay pautas de evaluación:

1. Considerar la posibilidad de que el suceso precipitante para cualquier crisis puede estar inmerso en el intento del paciente o de su familia por tratar de resolver las tareas para el desarrollo. Por ejemplo, un estudiante universitario de 20 años que se derrumba al saber que todas sus solicitu­des para la escuela de medicina han sido rechazadas, se enfrenta a más que la posible pérdida de una meta inmediata. La desorganización y el trastorno alcanzan su máxima potencia en el entorno de las actividades del desarrollo en la adolescencia tardía, mismas que abarcan la elección de una carrera. Como verificación del aparente azar de los sucesos de crisis, éstos deberían estudiarse bajo la luz de las preocupaciones en el curso de la vida de los cuadros 3-1 y 3-2.

2. Para ser más específicos, ya que la crisis puede presentarse mediante algunas dificultades con la ejecución de las tareas de una etapa particular, se debe buscar las carencias que podrían contribuir a crear la dificultad: habilidades, conocimiento, disposición para correr riesgos, recursos materiales y sociales y apoyos.

3. Descubrir cómo el individuo percibe este suceso precipitante. ¿La persona se siente fuera de fase o "a destiempo" con las expectativas sociales (tener hijos, éxitos profesionales y otros semejantes)? ¿Cuáles son las percepciones de la persona acerca de los relojes sociales y psicológicos (Neugarten, 1979)?

4. ¿Qué impacto en la familia y amigos tendrá la lucha de un individuo por alcanzar el desarrollo? Una mujer elige regresar a la escuela o internarse en los negocios, podría precipitar adaptaciones para su esposo y sus hijos adolescentes en su hogar. ¿Están ellos preparados para estos cambios?

5. ¿Cómo se ajustará este cambio extremo de la madre al mundo de los negocios con la autoimagen del marido y su estructura vital, la que también puede estar sometida a un cambio, aunque en dirección contra­ria?

6. ¿Cuál es el papel de las cambiantes expectativas comunitarias en el curso de la crisis de un individuo? Convertirse en un homosexual identificado públicamente como tal podría ser una crisis para un muchacho de 20 años en una pequeña comunidad rural, lo que sería sólo una transición si él viviera en un gran centro urbano.

7. ¿Cómo se relacionan las expectativas pasadas y las previsiones del individuo con la crisis? ¿Qué creía un jubilado de 65 años sobre la jubilación antes de sufrirla? ¿Qué había hecho, si lo hizo, a manera de preparación?

Explorar la posibilidad de la estructura vital como un concepto para ayudar a la organización de la información sobre la crisis. Es posible, por ejemplo, reunir datos bajo las cinco modalidades CASIC de la personalidad (conductual, afectiva, somática, interpersonal y cognoscitiva), en tanto ellas se relacionan con el concepto de la estructura vital de Levinson. Los sueños y las metas para la vida en una persona se reflejarán en la modalidad cognoscitiva. De igual manera, las relaciones con sus mentores y otras características externas de papeles de la estructura vital, producen información sobre las modalidades conductuales e interpersonales. El tratamiento puede tomar la forma de ayuda a la persona para reconocer en primer lugar los retos en curso para la estructura vital y para moldear nuevos y más apropiados "límites" entre el sí mismo y el mundo externo. Algunos pacientes pueden necesitar entrenamiento en nuevas habilidades al servicio de la creación de un trabajo para realizar una nueva estructura vital (mayor asertividad, o el manejo del tiempo en la superación profesional). Otros necesitarán apoyo y orientación al tomar riesgos en la realización de los saltos para el desarrollo. Para otros, la necesidad principal será comprender las relaciones terapéuticas dentro de las que pudieran explayarse y explorar sentimientos intensos relacionados con la realidad de que una estruc­tura vital en curso ha dejado insatisfecha por algún tiempo una buena parte del sí mismo.

Durante las sesiones de consejería, podría ser fructífero el asentar que una crisis particular pudiera ser reflejo de la lucha del paciente con conflictos del desarrollo. La oportunidad y la forma de presentación son muy importantes aquí. En ciertos momentos, los individuos de modo simple no quieren escuchar que pueden estar atravesando por una fase del desarrollo. Por otra parte, si es claro que un individuo está preocupado por temores acerca de que la perturbación en curso sea un signo de estar "loco" o enfermo, entonces la introducción de nuevas clasificaciones puede significar un adelanto en el do­minio cognoscitivo de la crisis por parte del individuo. La idea de que el trastorno grave y el dolor emocional son en realidad partes de una transición normal de una etapa a otra, puede ser muy reconfortante. Una discusión con el jefe, por ejemplo, puede ser comprendida como un suceso que, de manera psicoló­gica, tiene que ver con la separación de un mentor. Lo que parece el fin del mundo, podría entenderse entonces como un nuevo principio en virtud del lenguaje y la estructura conceptual utilizados.

Otras consideraciones para introducir el lenguaje del desarrollo en las sesiones de orientación/terapia incluyen lo siguiente:

1.      El concepto de fase o etapa no se considera una "excusa" para diversos sentimientos o ciertas conductas. Los individuos son aún responsables de lo que piensan, sienten y hacen. La perspectiva del desarrollo simple­mente coloca la desorganización en curso del paciente dentro de un contexto de crecimiento.

2.      Pensaren la perturbación y crisis en un entorno de desarrollo es subrayar el resultado constructivo en potencia de la experiencia de crisis. Un libro popular sobre la crisis en la mitad de la vida tiene por subtítulo "Fresh Starts After Forty" (Mayer, 1978), implicando que una gama de nuevos comienzos positivos pueden surgir a partir de un momento de perturba­ción y trastorno.

3.      Pueden utilizarse algunas otras metáforas para describir el proceso. Todo esto no difiere de la idea de un renacimiento o de una mariposa que sale de su crisálida. Algunos lo describen como el desecho de la ropa vieja y el adquirir un nuevo guardarropa para enfrentar nuevas posibilidades, o como deshacerse de un par de esquíes demasiado pequeños y comprar un par más apropiado para nuevos desafíos. Otros encuentran útil comparar las crisis transicionales en los adultos con la perturbación que experimentan los niños pequeños durante el destete, o el sufrimiento que acompaña a lo saltos para el desarrollo en la infancia (Caplan, 1973).

Al ofrecer cuales quiera de estas analogías, el simple propósito es proporcionar otra imagen o cognición para explicar la situación en curso, una alternativa apropiada al médico o las proyecciones orientadas hacia la enfermedad que los pacientes a menudo utilizan para interpretar sus propias crisis.

Prevenir al paciente en crisis contra la realización de súbitos compro­misos a largo plazo durante el trastorno de una crisis para el desarrollo. El ejecutivo que se enamora de su secretaria en la mitad de la vida puede, según los datos de Levinson, estar "enamorado" tanto por cómo la relación se asocia con aspectos negados del sí mismo como por el deseo de una nueva relación de larga duración. Abandonar a la esposa y familia, o iniciar los trámites del divorcio demasiado rápido, podrían bien, ser motivo de arrepentimiento más tarde. En tanto se revelan nuevos aspectos del yo, el individuo puede encontrar que la nueva relación es temporal, y que después de las discusiones/confrontaciones, las oportunidades para reorientar viejas relaciones existen donde en principio parecía no haberlas. En conclusión, las decisiones a largo plazo (divorcio) deberán evitarse hasta que se haya realizado una amplia exploración, y hasta que haya transcurrido una cantidad razonable de tiempo como para poner a prueba los sentimientos, tensiones y nuevas direcciones posibles.

Por último, todos los análisis y conexiones sugeridos entre los sucesos precipitantes y las preocupaciones en el desarrollo, deberán ser tentativos y ofrecerse a los pacientes para su consideración y observar cómo creen éstos que podrían adaptarse a una situación particular. Encasillar a un paciente, o forzar su experiencia dentro de una estructura, puede concluir sólo a la alienación en la relación terapéutica y a la resistencia. La actitud del terapeuta necesita ser la de comprobar hipótesis, o generar y contribuir a posi¬bles caminos para conceptuar la situación, con los datos extraídos de la experiencia de un individuo, para luego influir sobre los resultados.

En este mismo sentido existe un riesgo muy real para el consejero, quien está informado sobre las etapas y las preocupaciones del desarrollo, para de modo inadvertido, apoyar sólo los enfoques normativos o tradicionales de la vida, para dejar un pequeño espacio para las diferencias y variaciones individua¬les. Fiske (1979) propone que para mucha gente no son preocupaciones comunes (cuadro 3-1) las que conducen a la crisis, sino más bien sus propios indicadores del desarrollo (enamorarse o realizar una meta particular). Como se mencionó, el consejero para la crisis necesita ayudar al paciente a entenderse a sí mismo, con más frecuencia bajo la luz de las normas biológicas y sociales aunque no con la visión de estar atado a ellas.

 



[1] La dimensión de la habilidad propuesta por Danish y D'Augelli no es diferente a la definición operacional del Principio de Peter (Peter y Mull, 1969), donde un individuo es considerado como promovido en una organización hasta que alcanza su propio nivel de incompetencia. Ésta aquí remite al hecho de que las habilidades importantes para el éxito en un nivel bajo en la organización, de hecho aquellas que condujeron a la promoción en primera instancia, no son funcionales en el nivel inmediatamente superior. Propicia reí ascenso en una organización, esto es, evitar una vida fuera del Piincipio de Peter, significa desechar antiguas formas de trabajo y desarrollar nuevas habilidades.