Respeto a la autoridad
individuo. Sabía que no estaba en pie de igualdad en la alianza
familiar, sino que se esperaba de él respeto a sus padres como
intermediarios entre él y Dios, mediadores de su propio pasado e
indicadores de su futuro. Los aceptaba como maestros y guías, y
también como protectores confiables y sustentadores. Cuando
escuchaba respetuosamente y aprendía lo que le enseñaban, estaba
honrando a sus padres.
No es difícil ver por qué el mandamiento habla de honra y no de
amor. El amor es un impulso natural que nace de nuestro intenso
deseo de estar cerca de alguien a quien necesitamos. El mandamiento
simplemente presupone que los hijos amarán a sus padres. El amor
es un impulso natural; la honra es una decisión moral. Estos dos
impulsos llevan a los hijos hacia direcciones opuestas y, de esa
manera, producen la mayor parte de la tensión y vitalidad en sus
relaciones con los padres. La honra los separa; el amor los acerca.
La honra guarda distancia, mantiene cierta reserva; el amor reúne,
crea cierta intimidad. Cuando una hija honra a sus padres, se
mantiene un paso más atrás, guarda su lugar, permite que el padre
sea él mismo, con su propio misterio. Cuando una hija ama a sus
padres, comparte todo, invade sus lugares sagrados, entra a su
corazón secreto. La honra respeta la distancia entre ellos; el amor
tiende un puente. La honra es un acto de la voluntad que ofrece
deferencia y se mantiene a la distancia; el amor es un impulso del
corazón que, en una etapa, se apoya en el pecho de la madre y, en
otra, arropa gentilmente a la debilitada madre para acostarla.
La honra y el amor se necesitan mutuamente. Sin él amor la honra
es frígida, obligada, forzada, se infecta de resentimiento, es una cáscara
hueca de enojo cortés. Sin la honra el amor carece de estructura y a la
larga es destructivo. Entre padres e hijos, el amor sin honra pone a la
vida familiar patas para arriba, confunde la relación primaria de la
raza humana. La honra es la fibra moral que mantiene unida a la
familia, de manera que todos los sentimientos cálidos y amorosos, y
también los fríos y odiosos, entre padres e hijos, sean disfrutados y
soportados en una estructura de lealtad y respeto.
II. ¿Por qué los hijos deben honrar
a sus padres?
¿Qué tienen los padres para que los hijos tengan el imperativo de
tratarlos con honra? No estamos preguntando qué tiene que hacer
un padre para
merecer
el derecho a la honra; los padres tienen un
derecho natural de recibir honra simplemente porque han concebido
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