Página 104 - Clase etica1

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misma un tirano dondequiera que encuentre personas más débiles,
como los niños menores en el propio hogar.5 Si la autoridad es lo
mismo que el autoritarismo, lo único que los padres tienen que hacer
es renunciar a la pretensión de autoridad. ¿Quién querrrá que su
hijo se convierta en un monstruo autoritario?
Pero lo que tenemos que ver claramente es que el autoritarismo y
la autoridad tienen entre sí la misma relación que la enfermedad y
la salud. El autoritarismo es una caricatura patológica de la
autoridad. Es una compensación enfermiza de la debilidad; la
autoridad es una expresión saludable de fuerza. Las personas
autoritarias coartan la libertad; la autoridad requiere libertad para
obrar. El autoritarismo sólo funciona cuando hay personas que
someten su propia voluntad; la autoridad solamente funciona
cuando hay personas que dan su consentimiento libre y críticamente.
En nuestros tiempos, el temor a la autoridad realmente es temor
al autoritarismo, una confusión que clama por ser aclarada.
Pérdida de la autoridad
Pero el temor actual al autoritarismo no explica plenamente por
qué los padres han perdido su autoridad. La vida misma ha
cambiado. La continua migración hacia las ciudades sume a las
familias en espacios tan estrechos que solamente unas pocas pueden
incluir más que a padres e hijos. El movimiento de las mujeres fuera
del hogar hacia el mundo del trabajo ha despojado al equipo paterno
de una gran dosis de energía para ejercer autoridad. La
"psicologización" de la vida ha exacerbado la conciencia paterna
en cuanto a sus propias necesidades emocionales. Lo que los pa­
dres con frecuencia quieren en sus años maduros es una última
oportunidad de "maximizar" sus propias experiencias y "consentir"
sus propios sentimientos, mientras aún pueden disfrutar de ellos.
Su dedicación a sacar más provecho propio de la vida tiende a
despojarlos de la energía emocional que necesitan diariamente para
ejercer la autoridad que requiere la crianza de sus hijos.
Mientras los padres atienden febrilmente su descuidada psiquis,
la vida de los hijos sufre complicaciones causadas por las
revoluciones en los comportamientos sexuales, el uso generalizado
de drogas, el bombardeo de violencia y sexo a través de los medios,
la movilidad irrestricta y la renuncia a la autoridad en el aula esco­
lar. Ser una autoridad para los hijos en este perturbante circo resulta
casi imposible para los padres que, de alguna manera, todavía
quieren asir lo que les queda de vida para sí mismos. La tentación
es derivar a los hijos a los expertos fuera de la familia.
Moralidad y nada más
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