Página 116 - Clase etica1

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que todo padre normal espera ver en toda cultura y en todos los
tiempos. El hijo escucha cuando los padres hablan, abre su mente
cuando enseñan, cede cuando exhortan, sigue cuando guían,
mantiene distancia cuando lo apartan. Pero cada niño tiene que
ponerles su propia letra a estas melodías. En cada cultura y en cada
familia, los hijos y los padres desarrollan sus propios estilos de honra.
No debemos suponer que existe una serie de pruebas claras con las
cuales es posible evaluar la calidad de honra que los niños de hoy
ofrecen a sus padres.
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De todos modos, mi interés aquí no está puesto en las variaciones
culturales del respeto filial, sino en las formas cambiantes de la honra
que debemos a nuestros padres a medida que varían nuestras
relaciones con ellos. Los padres van debilitándose gradualmente
mientras los hijos van fortaleciéndose; los padres van entregando
gradualmente su autoridad y los hijos se1mueven poco a poco hacia
la libertad. Como ya hemos dicho, la sana autoridad paterna busca
precisamente que, al final, el hijo quede librado de ella. Pero una
cosa no cambia. Los padres siempre son las personas que una vez
representaron a Dios en la vida del hijo, y por eso tuvieijpn una
autoridad que jamás nadie puede volver a tener. No importa cuán
plenamente libre sea el hijo, nunca queda exento de la obligación
ética de honrar a esa persona. En efecto, solamente cuando somos
libres de la autoridad de los padres podemos honrarlos libremente
como a quienes una vez tuvieron esa autoridad.
El camino a la libertad de la autoridad paterna es una lucha difícil,
llena de corrientes alternadas de dolor y gozo. Todo niño pasa por
ciertos rituales que marcan sutiles etapas en el camino: el primer
día en la escuela, el comienzo de la menstruación, la primera cita,
un verano fuera de casa, la primera experiencia sexual, el primer
trabajo remunerado, la graduación del secundario. Todos estos son
momentos que señalan un movimiento hacia la libertad respecto
de los padres. Algunos niños son empujados traumáticamente a
una libertad prematura, por ejemplo, cuando muere la madre, el
padre es alcohólico, se divorcian los padres o asesinan a un hermano
mayor. Las variaciones de la lucha son interminables. Pero hay un
proceso inevitable: los padres pierden poder mientras los hijos lo
ganan. A lo largo del camino, el hijo tiene que crear nuevos estilos
de honra, que los padres deben aceptar.
La honra es imposible cuando el niño no crece hacia la libertad,
sino que permanece bajo el control de los padres. Los padres débiles
pueden mantener el control sobre los hijos fuertes. La clave del poder
paternal está en la memoria del hijo. Una vez allí, opera aún cuando
Moralidad y nada más
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