C
APÍTULO
U
NO
Se levanta el telón
La revelación de Jesucristo, que Dios le dio
,
para manifestar a sus siervos las
cosas que deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel a su
siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio
de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto
(vers. 1,2).
Las primeras palabras nos dan el título del libro: “La revelación de Jesucristo”. El
griego aquí dice, “el
apocalipsis
de Jesucristo” ya que la palabra
apocalipsis
significa
precisamente “revelación”.
Hay quienes afirman que el Apocalipsis es un libro de misterio, que no puede ser
entendido. Pero en el mismo título y en las primeras palabras de la obra esta idea queda
desmentida. Aquí el velo ha sido quitado para siempre y el cielo se ha acercado a la tierra
con misericordia y amor para revelarnos grandes y gloriosas verdades acerca de las cosas
que pertenecen a la salvación y a la vida eterna.
El
propósito
del lenguaje
simbólico
Precisamente aquí puede surgir un interrogante. Encontramos en este libro
símbolos extraños; hay bestias y dragones, abismos, humo y cadenas. Y uno se pregunta:
Si Dios dice que aquí quiere quitar el velo, ¿por qué no nos habla directamente en
lenguaje claro e inconfundible? ¿Por qué tantos símbolos?
En cierta ocasión los discípulos de nuestro Señor le preguntaron: “¿Por qué les
hablas [a la gente] por parábolas?” En otras palabras, ellos tuvieron la misma pregunta
que nosotros. Querían saber por qué Jesús siempre empleaba lenguaje simbólico en sus
discursos. “¿Por qué no dices claramente lo que tienes que decir?” Es interesante su
respuesta: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a
ellos no [...] porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mat. 13:10-13).
Jesús estaba comparando la actitud de los discípulos con la de algunas personas
que rechazaban las verdades que él enseñaba. En otra ocasión, dijo: “No deis lo santo a
los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se
vuelvan y os despedacen” (Mat. 7:6). No debemos insistir en predicar a los que no quieren
escuchar, ni tratar de obligar a las personas a entender el evangelio, pues éste no entra
por la fuerza. Hay personas que están dispuestas a despreciar las verdades más evidentes
y a burlarse de ellas. No las quieren entender y tampoco quieren que otros las entiendan.
A éstas se refiere Cristo cuando dice que “viendo no ven, y oyendo no oyen, ni
entienden”.