Page 11 - Vengo en Breve1

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Las palabras de Jesús señalan un doble propósito para el lenguaje simbólico:
“Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les
es dado”. Por eso las candeleras, las trompetas, los truenos y demás figuras... “porque a
vosotros os es dado saber..., mas a ellos no”. Es decir, el símbolo es para aclarar y para
confundir; sirve para revelar la verdad y para ocultarla. A unos, el símbolo les parece
incomprensible y absurdo, mientras que la misma figura arroja luz y claridad sobre el
camino de otros. Aquellos que investigan con le sencilla y con el anhelo de atesorar las
grandes verdades que pertenecen a la vida eterna encontrarán en los símbolos del
Apocalipsis una luz para su camino.
El Revelador revelado
Así que ésta es una “revelación de Jesucristo”. Pero debemos preguntar si se trata
de una revelación que
procede
de Jesucristo o es más bien una revelación
acerca de
él. ¿Es
Jesucristo el que revela o el que está siendo revelado aquí?
Es ambas cosas: el Apocalipsis es una revelación que procede de Jesús; es una
comunicación dada por Jesús y a través de él. Las palabras mismas del versículo dicen: “La
revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos”. Pero, al mismo
tiempo, es innegable que el Apocalipsis desde el principio y hasta el fin revela al Señor
Jesús. Se presenta como el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los
reyes de la tierra, el que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, el Alfa
y la Omega. Estos términos aparecen en sólo dos versículos del capítulo uno (vers. 5, 8).
Son un ejemplo de la forma en que Jesucristo es revelado a través de todo el libro hasta el
último capítulo, donde es “la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de
la mañana” (Apoc. 22:16).
Así que Cristo nos da la revelación y es una revelación de él mismo. El mensaje del
Apocalipsis proviene de la más alta fuente posible, y su tema es el tema supremo. Aquí se
revelan los caminos de Dios “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas
de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efe. 2:7).
Aquellos que Dios ha bendecido
Bienaventurado el que lee, los que oyen las palabras de esta profecía y
guardan las cosas en ella escritas
(vers. 3).
Tenemos aquí la primera de las siete bienaventuranzas que aparecen en el
Apocalipsis.
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Es evidente que Dios quiere, desde el mismo principio de la obra,
impresionarnos profundamente con las bendiciones que nos aguardan al estudiar este
libro.
Si bien es cierto que el Apocalipsis trajo un mensaje de ánimo para la iglesia que
luchaba en condiciones de incertidumbre y angustia en días de Juan, y asimismo ha
hablado a la iglesia acosada por el dragón a través de los siglos; veremos, sin embargo que