Page 140 - Vengo en Breve1

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"Son míos—dice—; han aceptado las provisiones del pacto, han depositado su fe en mi
sangre, me han confesado delante de los hombres; y yo, con esta señal, los confieso hoy
delante de mi Padre y delante de los ángeles” (ver Mat. 10:32). (193)
Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran
trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas (vers. 2).
El enemigo esperaba con sus amenazas aplastar el valor de los fieles, verlos pálidos
y abatidos de terror. Ha ocurrido todo lo contrario: están cantando. Al oír el volumen de
ese gran coro, Juan sólo pudo compararlo con el estruendo de una catarata o un trueno.
Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres
vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento
cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra (vers. 3).
De los que han nacido sobre la tierra y de los hijos de Dios en el universo entero
sólo los 144 mil pueden entonar este nuevo cántico. ¿Por qué? Nótese que lo han tenido
que “aprender”. En todos los siglos los fieles han pasado por pruebas difíciles, pero a los
144 mil les ha tocado vivir en el momento cuando la maldad y la apostasía llegaron a su
punto culminante, el momento cuando los ángeles han soltado los vientos de destrucción
(Apoc. 7:1-3), el “tiempo de angustia cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces
(Dan. 12:1), 1 Sólo ellos conocen este himno porque es el canto de su experiencia.
Un himno de fe
El himno es un testimonio acerca de la fe de ellos y acerca del Dios que sirven. Su
seguridad en Dios es tal que no sólo cantan, sino que lo hacen a todo volumen.
El rey Nabucodonosor en una ocasión amenazó a tres jóvenes hebreos con
echarlos en un horno de fuego para conseguir que adoraran a la imagen que él había
levantado. Estaba seguro de que no les quedaba ninguna otra alternativa sino postrarse y
adorar. La respuesta de los jóvenes es un hermoso testimonio acerca de la fe de ellos y del
Dios a quien servían. (194)
Con toda tranquilidad, dijeron: Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del
horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sopas, oh rey, que no
serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Dan.
3:16,17).
¿A quién es el que realmente debemos temer? Los 144 mil no están confundidos
en cuanto a esto. Alrededor se oyen amenazas de muerte, pero ellos cantan. Grandes y
maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus
caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues
sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios
se han manifestado” (Apoc. 15:4).