1. ¿Siente usted que es difícil resistir la presión que recibe por parte de los que
rechazan el camino de la salvación? No les tenga miedo. Recuerde: ellos sufrirán un
castigo que no se puede comparar con lo que ellos le pueden hacer. En vez de temor,
debe sentir por ellos compasión y tratar de ayudarles.
2. ¿Se siente solo, creyendo que todo el mundo está claudicando? No es cierto:
Dios tiene a su pueblo escogido. Aquí está —dice el ángel—; son los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe en el Señor Jesús. No demore más. Únase a su feliz
compañía.
3. No nos engañemos. Sólo hay dos caminos: el de la obediencia o el de la
desobediencia. Y sólo hay dos destinos eternos para cada ser humano. Ahora es el
momento de oportunidad. ¿Por cuál camino irá?
Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en
adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus
trabajos, porque sus obras con ellos siguen (vers. 13).
Ésta es la segunda de las siete bienaventuranzas que aparecen en el Apocalipsis.
La muerte es un enemigo cuya derrota ya está asegurada (l Cor. 15:26). Morir “en
el Señor” significa tener parte en la primera resurrección y la vida eterna (l Tes. 4:16; Juan
5:29; Apoc. 20:6). Los muertos en Cristo descansan de sus trabajos, pero no son olvidados:
“Sus obras con ellos siguen”. “Anda, pueblo mío —les dice el Señor—, entra en tus
aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto
que pasa la indignación” (Isa. 26:20). (207
)
Pronto, muy pronto, viene la mañana, y yo te
llamaré.
El juez anuncia su fallo
Los versículos 1 al 5 nos muestran al pueblo de Dios en los últimos días. A pesar de
las amenazas del enemigo, siguen al Cordero dondequiera que va. En los versículos 6 al 13
oímos el mensaje que ellos anunciarán. Ahora (en los ver sículos 14-20) se presentan los
eventos que sucederán cuando los fieles hayan terminado de proclamar su mensaje
(véase Mat. 24:14).
La siega
Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del
Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
Y del templo salió otro ángel clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube:
"Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de Id tierra está madura. Y
el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada” (vers. 14-16).