En esta visión, un ángel que viene del templo —el lugar donde se realizaba el juicio—
clama al que está sentado sobre la nube: “Mete tu hoz y siega, porque la hora de segar ha llegado,
pues la mies de la tierra está madura”.
Recordemos que en la siega antigua cortaban los tallos de trigo o cebada, pero no los
llevaban en el mismo instante al granero, sino que los ataban en manojos o gavillas y los dejaban
por un tiempo en el campo mientras acabaran de secarse. Así que este proceso de segar el trigo,
de separarlo de la cizaña y atarlo en manojos representa la misma obra simbolizada por el
sellamiento, el cual tiene lugar un poco antes de la segunda venida.
El sello, como ya hemos visto, es la confirmación del pueblo de Dios en los principios de
lealtad y es una marca de propiedad mediante la cual Dios reconoce oficialmente a su pueblo y lo
señala ante los ojos del universo (ver 2 Tim. 2:19). (208)
La vendimia
Salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz
al e tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos
de la tierra, porque sus uvas están maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la
tierra, y vendió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira
de Dios. Y fue pisado el agar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta
los frenos de los caballos, r mil seiscientos estadios (vers. 18-20).
La vendimia de las uvas es la contraparte de la siega, y como tal, representa la
imposición de la marca de la bestia.
Para los que reciben el sello de Dios, hay un tiempo de demora; después del
sellamiento quedarán un tiempo en el “campo” que es este mundo. Pero para los
reprobados no hay ninguna demora; empezarán inmediatamente aquellas escenas que la
Biblia llama “el tiempo de angustia de Jacob” (Jer. 30:7), “el día grande y espantoso de
Jehová” (Joel 2:31) y “el día de Jehová, grande y terrible” (Mal. 4:5). La culminación de esa
época será la batalla del Armagedón poc. 16:17).
Entonces caerán “viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres”, todos aquellos que
no hayan recibido el sello de Dios en sus frentes (Eze. 9:6). Aquí en Apocalipsis 14 los
reprobados son comparados con “uvas” que son arrojadas un depósito y exprimidas, “y
del depósito salió sangre que llegó a la altura I freno de los caballos en una extensión de
300 kilómetros” (Apoc. 14:20, Versión Dios habla hoy; compárese con Isa. 63:1-6; Jer. 8:1-
3).
Una nota de aliento y reflexión
Es importante notar que este “depósito”, llamado en otras versiones “el lagar”,
está ubicado fuera de “la ciudad” que es la iglesia. (209)