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Capitulo Quince
El canto de los victoriosos
Vi en el cielo otra señal grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete
plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios. Vi también un mar de vidrio
mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y
su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios
(vers. 1, 2).
El canto de los redimidos
En el capítulo 13 el lente profético está enfocado sobre Satanás. En ese capítulo se
describe a su pueblo y los métodos con que él se propone ganar la batalla. El capítulo 14
nos presenta a Cristo y a su pueblo. Y todo lo que vemos allí es un contraste marcado con
lo presentado en el 13. Mientras los del mundo siguen al falso cordero, el que surgió de la
tierra, el pueblo de Dios anda con el Cordero en el Monte Sión (14:1-5). El falso cordero
continúa hablando con voz de dragón, promulgando leyes contra ellos y amenazándolos
de muerte, pero ellos también hablan, advirtiendo con lenguaje claro e inequívoco las
terribles consecuencias de la rebelión contra Dios (14:6-13). (211)
En la última parte del capítulo 14 vimos la obra del sellamiento, la cual va a ocurrir
cuando el mensaje de amonestación se haya terminado (Mat. 24:14). La crisis final sirve
para poner en marcado contraste los dos grupos: el pueblo de Dios, que por el sellamiento
es segado y apartado para la vida eterna (14:14- 16), y el pueblo de Satanás que es
vendimiado y que empieza a recibir de una vez su castigo (14:17-20).
Llegamos ahora al capítulo quince donde observamos una continuación del mismo
dualismo de los capítulos anteriores. Primero, se nos presenta una vislumbre de lo que les
espera a los impíos: siete ángeles traen en sus manos siete plagas con las cuales la ira de
Dios es consumada.
Pero antes de enfocarse en este evento, la cámara se vuelve atrás por un instante
para darnos una vislumbre de lo que hacen los sellados mientras esperan el desenlace de
los eventos finales: nuevamente los vemos cantando. Esto no significa, por supuesto, que
se encuentran rebosando de felicidad. Su canto más bien es un mensaje: expresa lo que
ellos han aprendido mediante las circunstancias que atraviesan. Han aprendido que el
secreto de su victoria no está en las fuerzas que poseen sino en el poder del Señor de los
ejércitos (compárese 2 Crón. 20:21, 22; Zac. 4:6).
Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son
tus caminos, Rey de los Santos. ¿Quién no te ternera, oh Señor, y glorificará tu nombre?