Capitulo Dieciocho
La última oportunidad
Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue
alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran
Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y
albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del
vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los
mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites (vers. 1-3).
¡Otro ángel!, y trae un mensaje más en la cadena de amonestaciones finales para
el mundo que pronto tendrá que sentir la ira de Dios.
El mensaje más urgente
En el capítulo catorce oímos tres mensajes que vinieron uno tras otro para advertir
a los moradores de la tierra acerca los eventos finales y las espantosas consecuencias de
mantenerse de parte de Satanás. (244)
Este cuarto ángel del capítulo dieciocho viene con un mensaje que repite parte de
las advertencias anteriores, pero con una diferencia: los primeros tres mensajeros volaban
en medio del cielo y clamaban ‘‘a gran voz” para alcanzar a los habitantes de la tierra
(Apoc. 14:6-12). Pero la urgencia de éste es todavía mayor. El profeta lo ve descender
directamente del cielo, y la tierra queda alumbrada de su gloria (vers. 1).
La llegada de este cuarto ángel señala una fase, aún futura, de la última amo-
nestación de Dios al mundo.
En la predicación de Noé antes del diluvio, se nota algo parecido: durante 120 años
Noé anunció el diluvio. Con palabras, y aún más con sus acciones, advertía y amonestaba a
la gente acerca de los eventos venideros. Pero el tiempo se alargó y parecía demorarse el
cumplimiento de la profecía. Muchos de los que la habían escuchado y algunos de los que
habían creído en ella bajaron al sepulcro sin verla hecha una realidad.
Pero las promesas de Dios, aun cuando se demoran, siempre se cumplen, y llegó
finalmente el día cuando Noé depuso el martillo porque el trabajo había concluido. Los
que vinieron aquel día para burlarse, los curiosos y los ociosos, junto con algunos que
estaban interesados y casi decididos, no sabían que escuchaban por última vez la voz del
anciano profeta. Con lágrimas y con un profundo sentido de urgencia, Noé una vez más los
invitó a entrar con él en el único refugio que los podía salvar.
Pero en aquella ocasión, su predicación no fue como todas las demás, porque su
testimonio fue confirmado con una manifestación de poder sobrenatural. De todas partes