Page 19 - Vengo en Breve1

Basic HTML Version

luz del Asia". Con más de 250,000 habitantes, fue, después de Roma, la segunda ciudad
del imperio en lo que al tamaño se refiere.
Observamos en primer lugar que era un puerto, y como tal, un lugar de muchísimo
tránsito y movimiento. La larga carretera que cruzaba el continente desde el Éufrates y el
valle de Mesopotamia terminaba en Éfeso, y era aquí donde los viajeros y mercancías
destinados a Roma generalmente se embarcaban.
Por ser puerto, Éfeso llegó a ser también un gran centro comercial. Aquí se
compraban y vendían algodones de Egipto, especias del oriente, telas finas, maderas,
aceite, cobre y otros metales refinados en distintas partes del mundo.
Éfeso tenía, además, el orgullo de ser una "ciudad libre". Esto, en el mundo
romano, tenía mucho significado. Los emperadores acostumbraban conceder la categoría
de "libre" a ciertas ciudades que se habían destacado por su lealtad a Roma. Esta
designación significaba que dentro de ciertos límites Éfeso gozaba de autonomía en su
gobierno interno. Además, Roma no mantenía tropas permanentes en las ciudades libres.
Pero, la mayor fama de Éfeso radicaba, sin duda, en su carácter religioso. El
enorme templo de Artemisa fue una de las siete maravillas del mundo antiguo. Medía
115 metros por 55. Ciento veintidós columnas de mármol sostenían su techo. Éstas
medían casi 20 metros de altura.
La imagen de Artemisa que aparecía en el templo estaba cubierta de pechos,
símbolos de la fertilidad. Basta con leer Hechos capítulo 19 para saber cuán apreciada era
Artemisa y su templo por los efesios.
Éfeso era también centro de artes mágicas. A través del mundo antiguo era
altamente estimada cierta clase de amuletos conocidos como "Letras Efesias". Éstos eran
empleados como garantía de buena suerte. Tenían fama de ser eficaces para atraer a un
amante, asegurar un buen parto o una buena cosecha, para proteger a los viajeros, o
hacer prosperar un negocio, etc.; y la gente venía desde lejos para comprarlas en Éfeso.
Podría parecer una paradoja que la fe cristiana hallara un suelo tan fértil en Éfeso,
pero así sucedió. En verdad, "cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (Rom.
5:20). Fue tanto el éxito del evangelio que al principio de la predicación muchos de los
nuevos conversos "que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron
delante de todos y hecha la cuenta de su precio hallaron que era cincuenta mil piezas de
plata. Y así crecía y prevalecía poderosamente la Palabra del Señor" (Hech. 19:19,20).
Fue a esta iglesia, ferviente y celosa de buenas obras, a la que se dirigió el primero
de los siete mensajes para las iglesias.