Page 198 - Vengo en Breve1

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Muy por el contrario, el lenguaje profético nos ofrece apenas un concepto parcial y
limitado de los eventos literales. Lo mismo sucede aquí. No existen figuras ni palabras
humanas capaces de transmitir un concepto exacto de aquel mundo con sus bellezas.
Lejos de constituir una hipérbole, las descripciones en este pasaje constituyen apenas una
pobre y pálida sombra de lo que serán las glorias de la vida futura. “Cosas que ojo no vio,
ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los
que le aman” (1 Cor. 2:9).
Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de
ella, y el Cordero (vers. 22).
El versículo 3 dice que en aquel entonces, Dios establecerá su tabernáculo —su
presencia— entre los hombres (vers. 3); sin embargo, Juan no vio en la ciudad templo. En
aquel entonces, la gente iba al templo para expresar su devoción a Dios y para recibir
perdón de los pecados. En la tierra nueva, el pecado no entrará jamás, así que nadie
tendrá que buscar el perdón; y a Dios lo adoraremos directamente porque allí “le veremos
tal como él es” (1 Juan 3:2). Así que no habrá necesidad de templo.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la
gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que
hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán
su gloria y honor a ella (vers. 23, 24).
¿Qué es y cómo es la gloria de Dios que ilumina la ciudad amada? Cuando Moisés
dijo a Dios que quería ver su gloria, el Señor le respondió: “Haré pasar toda mi bondad
delante de ti, y proclamaré el nombre del Señor delante de ti; y tendré misericordia del
que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión” (Exo. 33:19). La
gloria de Dios es su carácter: es su amor, su misericordia y compasión. (276)
La glorificación de los hijos de Dios es su santificación (Efe. 5:25-27; Rom. 8:30); es
el proceso mediante el cual son transformados de hijos de las tinieblas en hijos de luz.
Sin embargo, esta glorificación tendrá también un aspecto literal: cuando Moisés
bajó del monte después de esa misma conversación con Dios, su rostro brillaba con un
resplandor real, aunque él mismo no estaba consciente de ello (Exo. 34:29-35; 2 Cor. 3:7).
He aquí un comentario acerca de los redimidos en el Cielo. “Toda tendencia
pecaminosa, toda imperfección que los aflige aquí será quitada por la sangre de Cristo, y
se les concederá la excelencia y brillantez de su gloria, que excede en mucho a la del sol. Y
la belleza moral, la perfección de su carácter resplandecen con excelencia mucho mayor
que este resplandor exterior. Estarán sin mancha delante del trono de Dios”.1
Pablo dice que Dios “habita en luz inaccesible”, tanto que ningún hombre lo ha
visto ni lo puede ver (1 Tim. 6:16). Es este resplandor que destruirá a los malvados en
ocasión de la segunda venida (2 Tes. 2:8). Pero allá, después de la transformación que