Page 200 - Vengo en Breve1

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C
APITULO
V
EINTIDÓS
Ciertamente vengo en breve
Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero (vers. 1).
Como sucede con otras bendiciones de la vida futura, ésta podemos empezar a
disfrutarla ahora. Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, [...]
de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37, 38; véase Jer. 2:13; 17:13). De esa
preciosa agua podemos beber todos. Pero no es para todos, sino sólo para “el que tiene
sed”, el que siente su necesidad (Apoc. 21:6; 22:17).
En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol
de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del
árbol eran para la sanidad de las naciones (vers. 2).
“El fruto del árbol de la vida en el jardín del Edén poseía virtudes sobrenaturales.
Comer de él significaba vivir para siempre”. Cuando el pecado entró en el mundo, “el
Agricultor celestial trasplantó el árbol de la vida al Paraíso de arriba; pero sus ramas
cuelgan sobre la muralla y alcanzan hasta el mundo de abajo. (279) Por la redención
comprada por la sangre de Cristo, aún podemos comer de su fruto vivificador”.1
Y no habrá más maldición y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y
sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz
del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los
siglos (vers. 3-5).
“Reinarán por los siglos de los siglos”. Hermosa promesa. Cristo, a través del juicio,
ganó la victoria definitiva y recibió “un reino que no será jamás destruido” (Dan. 2:44;
véase Dan. 7:14). Como él es nuestro sustituto, su victoria también es nuestra y su reinado
perpetuo (Apoc. 3:21). "El reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el
cielo [serán] dado[s] al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y
todos los dominios le servirán y obedecerán” (Dan. 7:27).
Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los
espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las
cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el
que guarda las palabras de la profecía de este libro (ver. 6, 7).
Es bienaventurado, es dichoso y alcanza el bien, el que “guarda las palabras de la
profecía de este libro”, pues “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí