futuro (2 Tes. 2:7). No sabemos con seguridad quién era el que detenía el espíritu de
apostasía en los tiempos de Pablo, pero es posible que se refiriese a ese espíritu señalado
por el Cristo resucitado: el celo por conservar la pureza doctrinal, el espíritu de probar a
los falsos apóstoles y el valor de denunciar sus mentiras.
Se nota que los ancianos de Éfeso habían prestado atención a las solemnes
palabras que Pablo pronunció en su último discurso entre ellos:
"Sé que después de mi
partida, vendrán lobos feroces entre vosotros que no perdonarán al rebaño, y que de entre
vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los
discípulos tras ellos. Por tanto, estad alerta, recordando que por tres años, de noche y de
día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno"
(Hech. 20:2931).
"Has dejado tu primer amor"
Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor (vers. 4
).
El primer amor: ¡Preciosa experiencia! Se observa en la vida social de los jóvenes.
Puede suceder también en la vida espiritual cuando el alma, como ave peregrina y triste,
llega a encontrar en Cristo su centro y su eterno hogar.
Pero ¡qué doloroso cuando el primer amor se enfría!, a menos que sea
reemplazado por el amor más profundo y constante de la madurez, el amor que fluye del
corazón de Dios.
Un cristiano puede perder el primer amor. Y algo parecido puede suceder también
en la vida de toda una congregación o de un movimiento religioso.
Recordemos la ardiente fe y las hazañas de los hijos de Israel recién entrados en la
tierra prometida. Pero el cronista registra tristemente: "El pueblo había servido a Jehová
todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los
cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. Pero
murió Josué, [...] y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó
después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho
por Israel. Después, los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron
a los baales" (Juec. 2:711).
Sin duda, un caso sin paralelo de primer amor es el que está registrado en el libro
de los Hechos. Con el fervor y entusiasmo de ese amor y el poder del Espíritu Santo, la
iglesia salió y proclamó el evangelio por todas partes.
Por ello se considera que este mensaje, aunque está dirigido a la iglesia de Éfeso
literal, se aplica también a todo el período de la iglesia apostólica, el que abarca desde el
año 31, cuando el Espíritu Santo fue derramado, hasta el 100, cuando murió el último de
los apóstoles.