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C
APITULO
C
UATRO
El trono celestial
Una puerta en el cielo
Con estas palabras, Juan empieza a relatar una segunda visión, y nos cuenta que
vio “una puerta abierta en el cielo”. De manera similar, el profeta Ezequiel escribió: “Los
cielos se abrieron, y vi visiones de Dios” (Ezequiel 1:1). El mártir Esteban exclamó que veía
los cielos abiertos y a Cristo a la “diestra de Dios” (Hech. 7:56). La expresión en este caso
significa que lo que el profeta va a contemplar no pertenece a lo terrenal sino a lo
celestial. El escenario de la primera visión (caps. 1-3) es este mundo, y la perspectiva es
horizontal. En esta segunda visión, la perspectiva es vertical. Aun cuando se contemplan
algunas cosas que suceden en la tierra, se ven desde la perspectiva celestial, y se destaca
la intervención del Cielo en los asuntos humanos. (83) Y al instante yo estaba en el
Espíritu; y he aquí un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto
del que estaba sentado era semejante a una piedra de jaspe y de cornalina: Y había
alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda (vers. 2,
3
). No sería
fácil para el profeta encontrar las palabras adecuadas para describir esta escena. ¿Cómo
se puede pintar el cielo con un pincel de la tierra? Y si para el profeta la tarea era todo un
reto, más lo es para nosotros que “vemos” las escenas a través de su pluma y con una
separación de tiempo y distancia. Por lo tanto, emprenderemos el estudio con un espíritu
de humildad, y sin demasiada seguridad acerca de algunos detalles. Y no pretenderemos
elaborar un concepto dogmático acerca de cada detalle de la profecía. A pesar de ello, las
líneas generales de la profecía son lo bastante claras como para ofrecemos una
comprensión de las importantes enseñanzas que contiene. Comparando esta visión con la
de Ezequiel. Mucho antes del tiempo de Juan, el profeta Ezequiel (en el cap. l) había
contemplado en visión la escena de la corte celestial, y aunque cada profeta usó palabras
distintas para describir lo que había visto, las dos descripciones son suficientemente
parecidas como para convencernos de que ambos, en realidad, vieron la misma escena.
Será provechoso estudiar juntas las dos narrativas, pues cada una arroja luz sobre la otra.
(84)
APOCALIPSIS
EZEQUIEL