EL APOCALIPSIS de San Juan
INTRODUCCIÓN
1. Título.
Los más antiguos manuscritos griegos en existencia y los escritos de varios padres de la
iglesia, comenzando con Ireneo (c. 130 d. C.-c. 202), dan a este libro el sencillo título de
Apocalipsis
de Juan. Pero en algunos manuscritos medievales más tarde se amplió el título a
Apocalipsis de Juan el teólogo y evangelista y Apocalipsis de San Juan el teólogo.
La palabra
griega
apokálupsis
, "apocalipsis", "revelación", se refiere a quitar un velo o descubrir algo, y
particularmente en lenguaje religioso, a descorrer el velo del futuro. La forma apocalíptico
fue común entre los judíos del período intertestamentario (desde Malaquías hasta Cristo) y
los primeros cristianos (ver t. V, pp. 88-91), y también entre ciertos escritores de la iglesia
primitiva (ver bajo el subtítulo "Tema").
2. Autor.
El autor de Apocalipsis se identifica repetidas veces como "Juan" (cap. 1:1, 4, 9; 21:2; 22:8).
I
Ç
ánn
'
s
, la forma griega de este nombre (ver Luc. 1:13), al nombre común hebreo
Yojanan
,
que aparece numerosas veces en los últimos libros del AT, en los libros apócrifos y en
Josefo. Esto identifica al autor como judío.
Varias evidencias indican claramente que Juan era el nombre del autor, y no un seudónimo
como aparecía en muchas obras apocalípticas judías y de los primeros cristianos. La primera
es que el autor del Apocalipsis se identifica como Juan sin intentar darse a conocer como uno
que ocupaba algún cargo en la iglesia. Varios apocalipsis judíos y cristianos son atribuidos a
patriarcas y profetas hebreos y a apóstoles cristianos. Si así sucediera con el Apocalipsis, es
de esperar que su autor procurara identificarse específicamente como apóstol. Pero la
sencilla declaración de que su nombre es Juan "vuestro hermano" (Apoc. 1:9; cf. la referencia
de Pedro a Pablo, 2 Ped. 3:15), testifica que el que escribe da su nombre verdadero. Es
evidente que el autor era tan conocido en las iglesias, que su nombre bastaba para
identificarlo y dar validez al relato de sus visiones.
Más aún: parece que la práctica de usar seudónimos no era común cuando el ejercicio del
don de profecía era vigoroso. Durante el período intertestamentario -cuando hasta donde
sepamos no había profeta reconocido entre los judíos- los escritores religiosos a menudo
creyeron que era necesario valerse del nombre de 734 algún personaje antiguo de gran
reputación para asegurar la aceptación general de su obra. Indudablemente en dicho
período no había ningún profeta verdadero que hablase en nombre de Dios, como lo habían
hecho los profetas del AT; pero con la aparición del cristianismo floreció nuevamente el don
de profecía. En la iglesia cristiana del primer siglo no existió la supuesta necesidad de usar
seudónimos. Los cristianos estaban convencidos de que sus apóstoles y profetas hablaban
directamente como instrumentos de Dios. Pero cuando el profetismo cayó en descrédito
entre los cristianos y finalmente desapareció en el siglo II, comenzaron a aparecer obras
seudoepigráficas que llevaban los nombres de diversos apóstoles (ver t. VI, pp. 42-44).
Según los hechos mencionados es razonable concluir que el Apocalipsis, que aparece en el
siglo I d.C., no es un libro seudoepigráfico, sino la obra de un hombre cuyo verdadero nombre
fue Juan.