Página 140 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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revelación que se origina en Jesús o que lo revela a él. El contexto parece implicar que la
primera interpretación 746 es en este caso la principal, porque es la revelación "que Dios le
dio, para manifestar a sus siervos". Al mismo tiempo debe recordarse la verdad del segundo
significado, porque este libro revela a Jesús en su obra celestial después de su ascensión.
En este sentido el Apocalipsis en realidad complementa a los Evangelios. Estos registran el
ministerio de Jesús en la tierra; el Apocalipsis revela su obra en el plan de la redención a
partir de ese tiempo. Cf. cap. 19: 10. En cuanto a los nombres de Jesús y Cristo, ver com.
Mat. l: l.
Le dio.
Desde la entrada del pecado toda comunicación entre el cielo y la tierra ha sido por medio de
Cristo (PP 382).
Siervos.
Gr.
dóulos
, "esclavo" (ver com. Rom. l: l). Los primeros cristianos a menudo se designaban a
sí mismos como "esclavos".
Que deben suceder pronto.
El pensamiento de que los diversos acontecimientos predichos en el libro del Apocalipsis
debían suceder en un futuro cercano se declara específicamente siete veces: "Las cosas que
deben suceder pronto" (cap. l: l; 22:6), "el tiempo está cerca" (cap. 1:3) y "He aquí [o
'ciertamente'] yo vengo pronto" (cap. 3:11; 22:7, 12, 20). También hay referencias indirectas
a la misma idea (cap. 6: 11; 12:12; 17: 10). La respuesta personal de Juan a estas
declaraciones del pronto cumplimiento del propósito divino fue: "Amén; sí, ven, Señor Jesús"
(cap. 22:20). Por lo tanto, el concepto de la inminencia del regreso de Jesús se halla
explícito e implícito a través de todo el libro.
La segunda venida de Cristo es el gran acontecimiento culminante del antiquísimo conflicto
entre el bien y el mal que comenzó cuando Lucifer puso en tela de juicio el carácter y el
gobierno de Dios. Las declaraciones en el Apocalipsis y en otros pasajes bíblicos respecto a
la inminencia del retorno de Cristo, deben entenderse dentro de los límites de este gran
conflicto. Dios podría haber aniquilado con toda justicia a Lucifer cuando con obstinada
impenitencia persistió en su rebelión; pero la sabiduría divina difirió la exterminación del mal
hasta que la naturaleza y los resultados del pecado se hiciesen plenamente visibles para los
habitantes del universo (PP 21-23). En cualquiera de los diversos momentos cruciales de la
historia de este mundo, la justicia divina podría haber pregonado " ¡Hecho está!", y Cristo
podría haber venido para inaugurar su reino de justicia. Hace mucho tiempo que podría
haber culminado sus planes para la redención de este mundo. Así como se ofreció a Israel la
oportunidad de preparar el camino para el reino eterno de Dios en la tierra cuando ese
pueblo se estableció en la tierra prometida, y nuevamente cuando volvió de su destierro en
Babilonia, así también le dio a la iglesia de los tiempos apostólicos el privilegio de completar
la comisión evangélica. Otra oportunidad semejante llegó con el gran despertar del segundo
advenimiento en el siglo XIX. Pero en todos esos casos, el pueblo escogido de Dios no supo
aprovechar la oportunidad que le fue ofrecida con tanta bondad.
El movimiento adventista, animado por el consejo inspirado, esperaba que Cristo viniese muy
pronto después de 1844. Cuando Jesús aún no había aparecido a fines del siglo, se recordó
repetidas veces a los creyentes adventistas que el Señor podría haber venido antes de ese
tiempo (3JT 73; 8T 115-116; 3JT 297; DTG 587-588; CS 511). Cuando se le pidió a Elena G.
de White que explicara por qué el tiempo había continuado más de lo que sus primeros
testimonios parecían indicar, respondió: "¿Cómo es el caso del testimonio de Cristo y de sus
discípulos? ¿Estaban engañados?... Los ángeles de Dios en sus mensajes para los hombres
representan el tiempo como muy corto... ¿Pero ha fallado la Palabra de Dios? ¡Nunca! Debe