reemplaza, es diferente. Se le promete al cristiano un "nombre nuevo", es decir, un carácter
nuevo y diferente, modelado según el de Dios (cf. Isa. 62:2; 65: 15; Apoc. 3:12).
Ninguno conoce.
El renacimiento espiritual y la transformación del carácter sólo pueden ser entendidos por la
persona que los ha experimentado. Todo esfuerzo por explicar dicha experiencia a alguien
que no ha renacido, nunca puede presentar un cuadro verdadero o completo de ella (cf.
Juan 3:5-8).
18.
Ángel.
Ver com. cap. 1:20.
Tiatira.
El origen y significado de este nombre son inciertos. Algunos han sugerido que Tiatira
significa "dulce sabor de trabajo", tal vez teniendo en cuenta las "obras" de la iglesia
expuestas en el vers. 19. Aunque menos notable que las otras seis ciudades mencionadas,
sin embargo la antigua Tiatira se distinguía por el número y la variedad de las artes y los
oficios que allí florecían. Entre ellos evidentemente se destacaba el teñido de telas (cf.
Hech. 16:14). Los cristianos de Tiatira sin duda se ocupaban principalmente en los oficios de
su ciudad. Hay más informaciones acerca de la antigua ciudad de Tiatira en la p. 101; ver
mapa p. 640.
El mensaje a Tiatira, aplicado a la historia 767 cristiana, corresponde particularmente con lo
que experimentó la iglesia durante la oscura Edad Media (ver Nota Adicional al final de este
capítulo). Esa edad oscura resultó ser un tiempo de máxima dificultad para los que
verdaderamente amaban y servían a Dios, y el período de la historia de la iglesia que
corresponde a Tiatira bien puede llamarse la edad de la adversidad. Debido a la
persecución, la llama de la verdad vaciló y casi se apagó.
Algunas tendencias que comenzaron en períodos anteriores llegaron a predominar durante
esa edad oscura. Como las Escrituras no estaban al alcance de todos los cristianos, en su
lugar se ensalzó la tradición. Se llegó a considerar las obras como un medio para alcanzar la
salvación. Un falso sacerdocio humano oscureció el verdadero sacerdocio divino de
Jesucristo. Ver Nota Adicional de Dan. 7. La Reforma consistió esencialmente en un
reavivamiento y una restauración de las grandes verdades del Evangelio. La Reforma
proclamaba que los hombres sólo se salvan por la fe en Cristo, que su única norma de fe y
práctica es la Escritura, y que toda persona puede presentarse por sí misma delante del gran
Sumo Sacerdote, Jesucristo, sin un intercesor humano.
Hijo de Dios.
Ver com. Luc. 1:35; Juan 1: 14. Este título, como los que introducen los mensajes a las otras
iglesias, deriva de la descripción del Cristo glorificado de Apoc. 1: 13 (ver coro. cap. 2: 1).
Aquí se usa el artículo definido para identificar específicamente al Autor del mensaje con la
segunda persona de la Deidad (cf. com. cap. 1: 13).
Ojos... pies.
Ver com. cap. l: 14-15.
19.