manos de sus enemigos islámicos, esta vez los turcos otomanos; y Constantinopla se
convirtió en la capital del islamismo. En respuesta, 40 años más tarde, en 1492, los
españoles expulsaron de España a los últimos moros.
V. La parte final de la Edad Media (1216-1517 d. C.)
La alta marea del poder papal.-
Inocencio III se ocupó, además de las cruzadas, en otras actividades políticas. El monarca
Federico Barbarroja tuvo como sucesor en el trono a Enrique VI, casado con Constancia,
heredera del reino de Sicilia que los normandos del sur de Italia habían rescatado del poder
de los musulmanes. Esto significó que toda Alemania y toda Italia quedaran unidas bajo el
Santo Imperio Romano Germánico, un poderoso imperio que se esperaba que sería
gobernado por el niño Federico II, hijo de Enrique. Enrique VI murió pronto, y se produjo una
lucha por el trono entre Felipe, hermano de Enrique, y un noble alemán de nombre Otón. El
papa Inocencio III mantuvo el equilibrio del poder en todo este conflicto, y en realidad fue
virtualmente el emperador. Finalmente Otón fue reconocido como el gobernante. Más tarde
Federico II llegó a ser emperador, y sostuvo una continua lucha con una sucesión de papas
hasta que murió en 1250. Esta contienda por el poder debilitó tanto al imperio como al
papado.
Inocencio III hizo más que dominar el Santo Imperio Romano Germánico. Obligó al rey
Alfonso IX, de León, a que pusiera en orden sus asuntos matrimoniales, pues de lo contrario
sería excomulgado. Mantuvo a raya al atrevido rey Felipe Augusto, de Francia. Dirigió la ira
papal contra el rey Juan de Inglaterra, y en realidad recibió de éste el reino de Inglaterra
como una donación, y después se lo devolvió como una propiedad feudal del papado. Este
fue el rey Juan de quien los barones 38 ingleses consiguieron en Runnymede, en 1215, la
famosa Carta Magna, cuya primera disposición es que la Iglesia de Inglaterra sería libre.
Inocencio III también contribuyó a la evolución teológica de la Iglesia Romana, y consiguió
que el Cuarto Concilio de Letrán (1215) aprobase la doctrina de la transubstanciación como
un dogma de la iglesia.
Inocencio III autorizó y bendijo en 1208 una sangrienta cruzada contra los albigenses del sur
de Francia, donde la cultura, la literatura y las artes, así como un progreso religioso
independiente, habían alcanzado niveles excepcionales. Como resultado de esa cruzada los
albigenses fueron raídos sin misericordia.
La Inquisición.-
A consecuencia de todo lo dicho y también de la falta de unidad doctrinal, más el surgimiento
de sectas disidentes, surgió la intolerante y perseguidora institución conocida como el
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. En los siglos anteriores los obispos tenían la
función de descubrir las herejías, y cada uno debía actuar a la cabeza de un tribunal
inquisitorial episcopal; pero ese trabajo había sido hecho con indiferencia, y las herejías, los
cismas y las divisiones sectarias desmentían la unidad que la iglesia siempre había anhelado
y proclamaba a toda voz.
La Inquisición papal se ideó, pues, para ocupar el lugar de la función episcopal. Gregorio IX,
estimulado por el celo de las cruzadas, desafiado por el atrevido sectarismo demostrado por
los albigenses, y con el ejemplo de disciplina autoritaria dado por Inocencio III, estableció
formalmente en 1229 el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Este instrumento de
tortura y odio perseguía a todos los que eran sospechosos de herejía ante la iglesia, y
cuando les probaba su culpabilidad los entregaba al Estado para ser castigados con prisión o
para que murieran en la hoguera.