Página 31 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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sus amigos para que junto con él vivieran vidas igualmente buenas dentro de la iglesia y para
beneficio de ésta. Su propuesta fue aprobada por el papa, y así nació la orden de los
dominicos (o dominicanos). Esa orden prestó mucha atención a la educación y se encargó,
en gran medida, de la obra de la Inquisición.
En ese mismo tiempo, Francisco de Asís, joven italiano, hijo de un rico comerciante,
perturbado por la enorme riqueza de la iglesia y atraído por los votos de pobreza de los
monjes, decidió renunciar a su derecho a la fortuna de su familia, abandonó su posición
social y se dedicó a una humilde vida de servicio en favor de los pobres y los necesitados.
Invitó, entonces, al papa, a los obispos y a los laicos ricos para que se unieran con él en su
abnegación.
La idea de que la iglesia debía renunciar a todas sus posesiones materiales, como un
remedio para todos sus propios males y como solución para sus dificultades con el Estado y
con la sociedad feudal, no era nueva. El emperador Enrique V lo había propuesto al papado,
pero éste había rechazado la idea, y ahora también rechazó lo que le proponía Francisco de
Asís. Francisco estuvo a punto de separarse de la iglesia mundana que se proponía corregir,
con lo que se atrajo la ira de ella. Savonarola, de Florencia, fue torturado, ahorcado y
quemado más tarde (1498) por sus esfuerzos de reforma algo similares. Pero Francisco
quedó dentro de la iglesia, y con la aprobación del papa estableció la orden franciscana para
que sirviera fuera de los límites del monasterio, aunque bajo reglas monásticas y dedicada a
obras de bien y de caridad. 41
Primeros movimientos de reforma.-
La idea de la pobreza voluntaria por amor a Cristo y los intentos por restaurar el cristianismo
puro y sencillo del NT, habían tenido consecuencias de largo alcance. Algunos grupos de
"hombres pobres" del siglo XII, como los seguidores de Arnoldo de Brescia (1100-1155) y
Pedro Valdo, de Lyon, Francia (c. 1173), terminaron desafiando a todo el sistema papal, y en
algunos casos llamando a la iglesia Babilonia y al papa anticristo.
Todos estos movimientos eran, en realidad, parte de un fermento de disensión que durante
siglos había desafiado la jactanciosa unidad de la iglesia. En el norte de Italia estaban los
patarinos (c. 1056), quienes atacaban la inmoralidad de los clérigos. Estaban los
pasagianos, una extraña secta que andaba por Lombardía amonestando a todos a que
abrazaran el Evangelio puro. Los sabatati tenían una costumbre muy singular: usaban
zapatos de madera
(sabots)
con el símbolo de una cruz como señal de su secta. Los cátaros,
literalmente "los puros" (relacionados con los bogomiles, procedentes de Bulgaria), vivían en
Lombardía en el siglo XI; pero se esparcieron por toda Europa occidental, y de ellos salió un
grupo llamado los albigenses, que vivieron en el sur de Francia. Aunque algunos de estos
grupos eran parcialmente heréticos en lo que se refiere a doctrinas, la pureza de sus vidas
despertaba la admiración del pueblo y la ira de los clérigos de vida fácil. Los albigenses
fueron aniquilados por una cruzada lanzada contra ellos en 1208.
Los más destacados de todos los grupos disidentes, y que aún sobreviven en el norte de
Italia, fueron los valdenses. Cuando Pedro Valdo y sus seguidores fueron expulsados de
Lyon, Francia, se establecieron en Lombardía, en el norte de Italia. Allí se unieron a otros
grupos de disidentes más antiguos, y nutrieron la ya sembrada semilla de la disidencia.
Estos valdenses francoitalianos se extendieron por Suiza, Alemania, Austria, Bohemia,
Moravia y otras regiones de Europa. Sus enseñanzas, conocidas por los escritos de sus
oponentes católicos, eran completamente ortodoxas, o sea que estaban en armonía con el
Credo de los apóstoles; pero como no obedecían a la autoridad de la Iglesia Católica eran
clasificados como herejes. La intensa persecución que se lanzó contra ellos los redujo
gradualmente al estado en que se encuentran ahora en las montañas del norte de Italia, al
oeste de Turín.