4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se
convirtieron en sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el
Santo, porque haz juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron las sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado
a beber sangre; pues lo merecen.
7 También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus
juicios son verdaderos y justos.
8 En cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres
fuego.
9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene
poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de
tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se
arrepintieron de sus obras.
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para
que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta,
tres espíritus inmundos a manera de ranas;
14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo
el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que
no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16 y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del
trono, diciendo: Hecho está.
18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y gran temblor de tierra, un terremoto tan
grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
19 y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la
gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su
ira.
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20 Y toda isla huyó, Y los montes no fueron hallados.
21 Y cayó del cielo sobre los hombres u enorme granizo como del peso de un talento; y los
hombres blasfemaron contra Di por la Plaga del granizo; porque su plan fue sobremanera
grande.
1.
Oí.
Ver com. cap. 1:2, 10.