Una gran voz.
Cf. cap. 1: 10.
Desde el templo.
Esta pareciera ser la voz de Dios porque los siete ángeles portadores de las siete plagas ya
habían salido del templo (cap. 15:6) y "nadie podía entrar en el templo" (ver com. vers. 8).
Siete ángeles.
En cuanto al significado del número "siete" en el Apocalipsis, ver com. cap. 1: 11.
Id.
Aunque Juan no especifica el momento en que se da esta terrible orden, el contexto
demuestra que será proclamada inmediatamente después del fin del tiempo de gracia, pero
antes de la venida de Cristo (cf. com. cap. 15:8). Es evidente que la serie de calamidades sin
precedentes que aquí se predice es aún futura (ver com. "derramad... las siete copas").
El hecho de que la primera plaga se derrame sobre los hombres que han recibido la marca de
la bestia y adoran su imagen (cap. 16:2), sitúa las plagas después del aparecimiento de la
imagen y de la colocación de la marca (ver com. cap. 13;14-17), y después del pregón del
tercer ángel, que amonesta contra la bestia y su señal (ver com. cap. 14:9-11). Además, el
hecho de que las siete últimas plagas constituyan la plenitud de la ira divina sin mezcla de
misericordia (cap. 14: 10; 15: 1; 16: 1), claramente muestra que ha terminado el tiempo de
gracia para aquellos sobre los cuales caerán (ver com. cap. 22: 11). El hecho de que durante
la quinta plaga los hombres aún sufran las llagas de la primera plaga (cap. 16: 11),
claramente señala que las plagas serán derramadas una tras otra y dentro de un período
relativamente corto (ver com. vers. 2). También parece que el juicio de la Babilonia simbólica
durante la séptima plaga (vers. 19), precederá al juicio de los reyes de la tierra en el
momento de la venida de Cristo (ver com. cap. 17: 16; 18: 11,
20; 19: 21 11-19; cf. cap. 6: 15-17; 14: 14).
Derramad... las siete copas.
Es decir, castigad la tierra con las calamidades representadas por las siete copas (cap. 15:
7). Las siete últimas plagas son parecidas en ciertos aspectos a las diez plagas de Egipto
(Exo. 5: 1 a 12: 30). Ambas son una manifestación de la superioridad de la autoridad y el
poder de Dios. Ambas terminan con la derrota decisiva de los hombres que han preferido
desafiar a Dios, y por lo tanto concluyen con la liberación de su pueblo escogido de una
situación que de otra manera sería irremediable. Ambas demuestran la justicia de Dios y dan
honra y gloria a su nombre.
Cada una de las diez plagas de Egipto fue completa y dolorosamente literal, y cada una tenía
el propósito de demostrar cuán falsas eran las pretensiones de la religión falsa y cuán vano
era confiar en ella (ver com. Exo. 7: 17; 12: 12; cf. PP 344, 822-824). Las siete últimas
plagas también serán literales, y cada una asestará un golpe decisivo contra algún aspecto
de la religión apóstata, y por lo tanto tienen matices simbólicos. Por ejemplo, es evidente que
el primer ángel no derramó un compuesto químico literal contenido en una copa literal sobre
los hombres que habían recibido una señal literal impuesta por una bestia literal; pero el
ángel quizá sea literal, y los hombres sobre quienes cae su copa son sin duda literales, y sus
sufrimientos son igualmente literales. El contenido simbólico de la tercera plaga es evidente
(Apoc. 16: 5-6).
La ira de Dios.