Inglaterra: Penguin Books, 1970.
Thatcher, Oliver J., y McNeal, Edgar H.
A Source Book for Medieval History.
New York:
Charles Scribner's Sons, 1905.
Turberville, A. S.
Medieval Heresy and the Inquisition.
Londres: Hamdem, 1964. Contiene
una presentación equilibrada de los movimientos, las intrigas, y las persecuciones de los
herejes de la Edad Media.
[Turmet, Joseph.]
The Latin Church in the Middle Ages,
por André Lagarde [seudónimo].
Traducido por Archibald Alexander. New York: Charles Scribner's Sons, 1915. 44
Desde la Reforma en Adelante
I. Condiciones anteriores a la Reforma
La iglesia predominaba en todo durante la Edad Media: en el Estado, en la sociedad, en la
ciencia, en el comercio, en la literatura y en las artes. Afirmaba que su poder se extendía aun
más allá de la tumba y que podía abrir o cerrar las puertas del cielo. La gente prácticamente
nacía en la iglesia; ser ciudadano significaba ser miembro de la iglesia.
Desde el siglo VI hasta el XII el papado llegó a ser, aunque no sin contratiempos, poder más
centralizado en la cristiandad occidental, y alcanzó su cumbre máxima el siglo XIII; pero en
los siglos siguientes hubo síntomas siempre crecientes de su desintegración (ver el artículo
anterior; t. IV, Nota Adicional de Dan. 7). La gente tenía una preparación espiritual muy
deficiente, y aumentaban las dudas y la confusión. La filosofía griega y el pensamiento
pagano saturaban la teología, y se produjeron controversias. Muchos papas estaban más
interesados en las guerras y en las artes que en sus deberes espirituales como dirigentes.
Estas circunstancias, es cierto, fueron combatidas por algunos líderes y pensadores como el
místico Bernardo de Claraval (o Clairvaux).
Intentos de reformar la iglesia.-
El papado, que Bernardo de Claraval y otros místicos deseaban que fuera esencialmente
religioso, era en sí mismo una causa de desunión. Los papas habían encontrado muchos
medios condenables para enriquecer los cofres de la iglesia; había aumentado muchísimo la
simonía. Una iglesia, cuya mentalidad se había materializado por completo, creaba y ofrecía
en subasta, uno tras otro, cargos lucrativos al mejor postor.
Además, los papas se imponían ante los reyes como árbitros y exigían que las diferencias
políticas fueran sometidas a su arbitraje. Como ya se ha dicho ("Decadencia papal y cisma",
p. 39), las controversias de los papas con los poderes seculares condujeron al papado a una
división embarazosa, y finalmente hubo tres papas que simultáneamente exigían la cátedra
de Pedro. Los concilios de la iglesia pudieron resolver los problemas referentes a la
sucesión papal, pero no el más básico de todos: la reforma moral. El Concilio de Basilea,
convocado en 1431, trató infructuosamente durante 17 años de reformar los abusos de la
iglesia que la habían llevado a una completa bancarrota moral, un hecho que la mayoría de
los clérigos reconocían deploraban. 45
Juan Wyclef (c. 1320-1384).-
Los sucesos del continente europeo habían tenido repercusión en Inglaterra, en donde se
resistía intensamente la interferencia del papa en los asuntos nacionales. El desagrado de
Inglaterra fue especialmente pregonado por Juan Wyclef, educado en Oxford y
posteriormente profesor en esa universidad. Oxford finalmente se transformó en el baluarte