¿Entiende lo que lee?
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1.
Determine el tipo de lenguaje usado en el texto, si es literal o figurado.
En el
segundo caso, habrá de considerarse la clase de figura (si es un símil, metáfora,
etc.), a fin de interpretarla según corresponda:
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y
lleguen los años, de los cuales digas: "No tengo en ellos contentamiento"… Antes que
tiemblen
los guardas de la casa, se encorven los hombres fuertes, y cesen las muelas, por
haber disminuido, y se oscurezcan los que miran por las ventanas…
y se pierda el apetito. Y
entonces el hombre vaya a su eterna morada… (Ecl. 12:1-5).
Distinguir el lenguaje figurado en un pasaje como el anterior no sólo pone de
manifiesto su claro estilo poético, sino que también nos insta a atender con mucha
más urgencia la conocida exhortación del mismo.
2.
Vea si el texto forma parte de un pasaje más amplio.
En caso afirmativo,
tendremos todas las ventajas que se derivan de estudiar el contexto. No atender esta
recomendación al estudiar el libro de Job, por ejemplo, nos llevaría a aceptar como
correctos varios de los razonamientos expuestos por sus amigos. Esto, sin embargo,
no será de mucha ayuda en la mayoría de los Proverbios, debido a la falta de
conexión temática que hay entre ellos, algo característico en buena parte de este
libro.
3.
Dé especial atención
a los paralelismos existentes en el texto bajo estudio
.
Notar el uso de un paralelismo sinónimo en el siguiente versículo nos permitirá ver
entonces que el intento de Salomón no fue elaborar en él una disertación sobre los
diferentes roles educativos de cada uno de los progenitores, sino resaltar por igual la
importancia de ambos. Note:
A
“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
A’
Y no desprecies la dirección de tu madre”
(Pr. 1:8).
4.
Distinga si el pasaje expresa una verdad en su totalidad o sólo una
generalización
de ella. En especial recuerde que, dadas sus propias características,
los Proverbios frecuentemente presentan una descripción de lo que usualmente
ocurre (o debiera ocurrir), pero que no en todos los casos sucede (véase, por
ejemplo, Prov. 12:5 y el conocido versículo de Prov. 22:6). Desde luego, un proverbio
no es lo mismo que una promesa.