¿Entiende lo que lee?
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ser interpretadas siguiendo el método alegórico.
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Sin embargo, al paso del tiempo
este método ha mostrado ser inadecuado no solo para interpretar las parábolas, sino
también el resto de la Biblia. Por lo tanto, a fin de entender correctamente una
parábola, le recomiendo lo siguiente:
1.
Determine la verdad central.
¿Qué quiso enseñar Jesús? Tal es la pregunta
que debiéramos responder a fin de captar el punto central de una parábola.
Cualquier otra lección que derive de la enseñanza principal de este tipo de historias,
debiera estar sujeta y en congruencia con dicha enseñanza.
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Dedicar más tiempo a
determinar detalles tales como el número de aves que comieron la semilla que cayó
junto al camino (Mat. 13:4), o el porqué el hijo “pródigo” usaba anillo (Luc. 15:22),
pese a las mejores intenciones del que lo haga, será poco sabio.
2.
Examine el contenido esencial de cada parábola.
A fin de precisar la
verdad central de una parábola, semejante a lo que debe hacerse con otro tipo de
narraciones bíblicas, es necesario analizar el carácter de sus protagonistas, el
progreso y punto culminante de sus acciones, así como la repetición de palabras que
impliquen cierto énfasis. Busque cuál fue la ocasión particular que propició el uso de
la parábola y pregúntese: ¿fue dirigida específicamente a alguien o algún grupo en
especial? En la mayoría de las parábolas se encontrarán datos al respecto, tal como
en el caso de la parábola del Buen samaritano:
Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa
heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley?... Aquél, respondiendo, dijo:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma… y a tu prójimo como a ti
mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí
mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones… ¿Quién, pues, de estos tres
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Si bien algunos especialistas consideran que existen alegorías en la Biblia (por ejemplo, Isa.
5:1-5; Juan 15:1-11; Gál. 4:21-31), eso no implica que el
método alegórico
halle respaldo en las
Escrituras. Dado que este método tiende a ignorar el significado común y literal de un pasaje, su
práctica a menudo termina por introducir al texto bíblico tantas ideas místicas y fantasiosas como la
imaginación del intérprete lo permita. Por ejemplo, Clemente de Alejandría (siglo II DC), comentando
sobre la prohibición levítica de comer cerdo, halcón, águila y cuervo, hizo la siguiente observación: "el
cerdo es el emblema de la codicia voluptuosa y sucia, el águila indica el hábito de robar, el halcón la
injusticia y el cuervo la voracidad" (citado en M. S. Terry,
La Hermenéutica
(Madrid: CLIE, 1990), p. 8.
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Un recurso que ejemplifica magistralmente esto es la obra de Roberto Badenas,
Para
conocer al Maestro en sus parábolas
(Madrid: Editorial Safeliz, 2004).