Son muchos los ejemplos bíblicos y extrabíblicos de indivi duos que cambiaron su nombre en
tiempos antiguos (Gén. 17:5; 32:28; Isa. 62:2). El nuevo nombre significaba siempreun cambio radical en
la condición de lapersona. Es lo que sucede cuando uno recibe de lamano de Dios el don inefablede la
vidaeterna y, por la gracia infinitade Dios, comienza adisfrutar una vidade orden y propósito (Rom.
8:1). Cuando uno pasa de muerte a vida, el cambio es tan radical y total que los escritores bíblicos no
hallaron otra forma de expresarlo, sino llamarlo unanuevaexistencia: "Si alguno estáen Cristo, nueva
criatura es [unanueva creación]; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor.
5:17). Por esto recibe un nuevo nombre.
Tiatira: la iglesia tolerante
La ciudad de Tiatira
Viajando desde Pérgamo hacia el sureste, llegamos a la próspera ciudad de Tiatira.
Si acaso había algo que la diferenciaba, era que no poseía ninguna de las características
que distinguían a las otras. No era puerto ni capital; no era ciudad libre y no se destacaba como
centro cultural. En los anales de su historia no figuran relatos de noble heroísmo de parte de
sus fundadores y pioneros.
Sin embargo, su posición geográfica era ventajosa desde un punto de vista económico.
Estaba situada cómodamente sobre una planicie en el centro de un valle amplio y fértil, y la
prosperidad de sus industrias proporcionaba a los habitantes una vida cómoda y tranquila.
En el Nuevo Testamento encontramos a Lidia, nativa de Tiatira, que estaba viviendo en
Filipos. Era dueña de un negocio que le daba recursos suficientes como para mantener a su
familia y hospedar en su hogar al apóstol Pablo con su comitiva de ayudantes (ver Hech.
16:14,15).
Tal vez a esta prosperidad se debía otra característica en la que Tiatira no se destacaba:
no era un centro de fervor religioso. Había allí un templo dedicado al culto de Sambete. Algunos
intérpretes han preguntado si ésta sería el personaje literal que en el mensaje es llamado
"Jezabel". Esto no se sabe con seguridad, pero el hecho es que los prósperos ciudadanos de
Tiatira prestaban mucho más atención a los gremios que habían organizado para impulsar las
varias industrias que a cualquier asunto de religión.
Hasta cierto punto, pareciera que bajo tales circunstancias la iglesia cristiana gozaría de
sosiego. Obviamente, los cristianos de Tiatira no tendrían que temer la muerte por algún
estallido repentino de persecución. No era característica de la gente de esa ciudad juntarse
para atacar a los creyentes ni arrojarlos a los leones si se negaban a quema incienso en algún
altar.
Pero tal como lo revela el mensaje que estudiaremos continuación, la prosperidad
material y la falta de persecución no siempre favorecen la prosperidad espiritual. Y en Tiatira
sucedió algo que suele repetirse en nuestros días cuando también hay mucho materialismo y