Era octubre de 1735, y Wesley, en ese entonces un joven pastor de la IglesiaAnglicana, se
encontrabade viaje haciaNorteamérica, donde se desempeñaría como capellán en la coloniade
Georgia.
Durante toda su vida, Wesley siempre había tenido un gran temor al mar, y su preocupación no
se alivió durante este viaje cuando lapequeñaembarcación que lo conducía fue alcanzadapor tres
fuertes tormentas que la azotaron una tras otra. La tercerade éstas fue la más severa. Lanave temblaba
bajo el impacto de las olas que la embistieron hora tras hora. En la mismaembarcación viajabaun grupo
de "hermanos"moravos. Wesley habíaobservado con admiraci ón la sencillez y el espíritu servicial que
ellosmostraban durante el viaje, y su paciencia al ser objetos de burlas ymaltrato de parte de algunos
ingleses. Después de soportar durante algunas horas labravura del mar mientras parecíaque de un
momento a otro el barco se iría al fondo, Wesley se acordó de losmoravos, y los fue a buscar. A
continuación, transcribimos el relato de laexperienciaescrito por el propio JuanWesley:
"A eso de las siete de lanoche fui a donde estaban los alemanes. Habíaobservado la conducta
seriade ellos y se me presentabaunaoportunidad de conocer si ellos estaban libres no sólo del espíritu
de orgullo, de ira y de venganza, sino también del espíritu de temor. Mientras ellos entonaban un salmo
para empezar su servicio religioso, unaenorme ola cayó encimadel barco, la cual, en el acto hizo trizas
la velaprincipal, inundó la cubierta, ymandó unaenorme cantidad de agua abajo a las cabinas. Parecía
como si ya nos hubiese tragado el gran abismo. Una terrible gritería se desató entre los ingleses. Los
alemanes alzaron la vistapor un instante y sin interrupción, tranquilamentesiguieron cantando. Le
pregunté auno de ellos después: "¿No sentían ustedes ningún temor?" Él contestó: "Doy gracias a Dios
que no". Pregunté: "Pero, ¿susmujeres y sus niños no sintieronmiedo?" A lo cual él respondió
mansamente: "No, nuestrasmujeres y niños no tienen temor a la muerte". Me fui de ellos hastadonde
estaban los ingleses, y todos estaban gritando y temblando".
Profundamente impresionado por estaevidenciade unaexperiencia cristianamuy diferente de
la que él mismo poseía, Wesley trabó amistad con losmoravos. Durante losmeses de su estadíaen el
NuevoMundo, los visitaba frecuentemente, y a través de largas conversaciones aprendiómucho acerca
de su fe. Comprendió que paraestos fervientes cristianos, la justificación por la fe eramuchomás que
una teoría periférica, muchomás que una ideaentre otras; era, en efecto, el eje central de su religión.
Merced a estadoctrina, losmoravos podían mantener la calma ante el peligro de muerte. Wesley se dio
cuenta, además, de que lejos de apagar el impulso por las buenas obras, una comprensión correctade la
justificación sirvepara fortalecer, más que cualquier otro factor, la vidade santidad y servicio.
Pocas semanas después de volver a Inglaterra, JuanWesley alcanzó en su propia vidauna
experienciade paz y seguridad en el Señor, y se inició así en la trayectoriaque resultaríano sólo en el
establecimiento de la IglesiaMetodista, sino también en una gran reformaque tocó cada fibrade la
sociedad inglesaen el siglo XVIII.
De estamismamanera, el movimiento de reforma y reavivamiento se ibaesparciendo. Sus
efectos se sintieron en Alemania, Suiza, los Países Bajos, las Islas Británicas y notablemente en América
del Norte. JorgeWhitefield, íntimo amigo de JuanWesley y de su hermano Carlos, visitó el continente
norteamericano en seis ocasiones. En Filadelfia, Benjamín Franklin estimó que 25,000 personas se
habían reunido paraoír la ferviente oratoriadeWhitefield, y eso en un día cuando no existían los