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La profecía de Daniel 8, la que estudiaron los primeros adventistas en 1840- 1844, tiene
que ver precisamente con esto. Daniel había visto en visión la gran apostasía. Vio como un “cuerno
pequeño”, un “rey altivo de rostro y entendido en enigmas” (Dan. 8:9, 23) pisoteará la verdad y
echará abajo el santuario. Luego viene la pregunta que expresa el gran anhelo de todos los siglos:
“¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio y la prevaricación asoladora entregando el
santuario y el ejército para ser pisoteados?” (Dan. 8:13).
En el capítulo 6 se hizo referencia a la profecía de Daniel 8:14. Esta es precisamente la que
predice la gran apostasía mencionada más tarde por Cristo (Mat. 24:15-29), por Pablo (2 Tes. 2:2-
8) y otros. Es una de las profecías más asombrosas de la Biblia, pues se presenta no sólo el hecho
de la apostasía sino hasta el tiempo de su duración: dice que duraría en total 2,300 años (Dan.
8:14). Este tiempo iba a empezar con la “salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén”
(Dan. 9:25). La historia registra que dicha orden fue dada por el rey Artajerjes en el año 457 a.C.
De ahí que es fácil calcular que la profecía iba a terminar en el año 1844 d.C. Ésta es la profecía de
tiempo más larga en toda la Biblia. Mientras quedaba aún inconcluso este tiempo, no podía volver
Cristo y no podía empezar el juicio.
Pero el mensaje del ángel que tenía el librito en la mano es que a partir de este momento,
ya no habrá más tiempo. Ahora podemos entender mejor el significado de esta expresión. Significa
que ya no habrá más demora, porque el tiempo de la gran demora ha terminado, y va a empezar
el juicio, el evento anhelado por los mártires de la época del quinto sello; (140)
y significa que ya no hay más profecías de tiempo que deben cumplirse antes de la
segunda venida de Cristo.
Pero, en la providencia de Dios, los que estudiaban las profecías en 1840 no raptaron el
pleno significado de este versículo. Por lo tanto, ellos proclamaban la profecía en un sentido
equivocado. Anunciaban que iba a ocurrir el segundo advenimiento de Jesucristo para llevar a
cabo el juicio en esta tierra, cuando en realidad iba a ocurrir el juicio celestial, el cual debe
concluirse antes del segundo advenimiento.
Esta profecía del capítulo 10 nos hace entender que Dios había previsto la equivocación de
los estudiosos en este asunto, que la había tomado en cuenta que la iba a utilizar para sus
propósitos. Es una vislumbre más de la manera en que Dios trata con los hombres. Él toma en
cuenta nuestra condición humana, y se inclina para alcanzarnos donde estemos. Aun nuestras
flaquezas y errores los puede convertir en bendiciones para la gloria de su nombre.
Un ejemplo bíblico
Si nos parece extraño este caso, debemos recordar que la historia bíblica presenta el
ejemplo de un caso parecido. En el año 31 de nuestra era, estaba por ocurrir el evento cumbre de
toda la historia.
El inmaculado Hijo de Dios iba a ganar la victoria definitiva sobre Satanás entregando su
vida en la cruz del Calvario. Fuera de este mundo, la atención del universo entero estaba concen-
trada en el evento.