Pero el poderoso ángel, que es Cristo Jesús, tenía un mensaje para aquel pueblo que
lloraba desconsolado: ¿Crees que tu trabajo ha terminado?
Es cierto que has predicado a cientos de miles aquí en Norteamérica, pero ¡levanta la
vista, y mira! He aquí los millones y los miles... los millones que están más allá. Tu campo es el
mundo. No te quedes lamentando la amargura de lo que te ha pasado. Tu obra apenas ha
comenzado. “Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones y lenguas y
reyes”. (146)