C
APITULO
O
NCE
Cuando el profeta se convierte en ingeniero
Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo:
Levántate y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él (vers. l).
Lo primero que resalta a la vista en este versículo es que tiene sus raíces en el
Antiguo Testamento. Dos profetas —Ezequiel y más tarde Zacarías— contemplaron en
visión a un varón que tenía en la mano un cordel o caña y que había recibido la comisión
de levantarse y medir (Eze. 40:3 y Zac. 2:1,2). Y es allí donde debe empezar nuestra tarea
de interpretación.
En el momento de darse la visión de Ezequiel, el templo y la ciudad de Jeru- salén
estaban en ruinas y la posibilidad de su restauración parecía muy remota.
Nabucodonosor, el rey de Babilonia, había derribado sus muros y destruido el templo,
interrumpiendo así los ritos que allí se celebraban para obtener el perdón de los pecados.
Acto seguido, Nabucodonosor tomó a los judíos y los mandó al exilio (2 Rey. 25:8-11).
(147) Cuando Zacarías empezó su ministerio, habían pasado unos años más, y un pequeño
remanente de cautivos había vuelto a Jerusalén; pero se encontraban desanimados,
porque los años iban pasando y la reconstrucción permanecía paralizada.
El propósito de Dios al dar estos mensajes era el de infundir valor y ánimo a su
pueblo, pues la medición de la ciudad y del templo constituía una promesa de
restauración. Los judíos podían entender que si el Señor, en su papel de ingeniero o
arquitecto divino, estaba trazando planes para la reconstrucción, ellos no debían perder la
esperanza.
Teniendo en mente el significado de estas visiones del Antiguo Testamento,
volvamos a la de Apocalipsis 11:1 para preguntar si ésta también estará profetizando una
restauración. Por supuesto que el templo a restaurar en este caso no sería el de Jerusalén,
sino el santuario celestial que en el mismo capítulo es llamado “el templo de Dios [...] en
el cielo” (vers. 19); y su restauración sería un proceso celestial.
¿Cómo podría necesitar restauración el santuario celestial?
Pero antes de aceptar esta conclusión, debemos preguntar lógicamente: ¿En qué
sentido el santuario celestial podría necesitar “restauración”? ¿Quién lo habría dañado y
de qué manera? Encontramos la respuesta en el libro de Daniel, donde se predice un
ataque contra el santuario celestial.
La profecía de Daniel 7 habla de un “cuerno pequeño” —una potencia malvada—
que blasfema contra Dios y procura destruir a los fieles (vers. 24, 25). El capítulo 8 habla