Page 109 - Vengo en Breve1

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para el pueblo, Satanás se presenta para oponerse. Pero “el ángel de Jehová”, que es
Cristo, lo defiende y reprende al enemigo.
Con sus acusaciones el enemigo tiene en mente algo más que conseguir nuestra
condenación delante de Dios. Nos acusa como una manera de acusar a Dios de injusticia
por “haber pasado por alto en su paciencia los pecados pasados” (Rom. 3:25). Esto de
“pasar por alto” nuestros pecados es precisamente la obra de Cristo en el “continuo”. Por
eso Satanás odia el santuario; “blasfema del nombre de Dios y de su tabernáculo y de los
que moran en el cielo” (Apoc. 13:6).
Esta visión del profeta Zacarías representa la actitud permanente de Satanás, y la
manera en que se opone a la obra del “continuo” celestial. Y de la misma manera en que
el símbolo o figura de la medición vista por los profetas del Antiguo Testamento señaló la
restauración del templo de Jerusalén, la medición vista aquí por Juan predice la
restauración del templo celestial después de las acusaciones y mentiras lanzadas por
Satanás y por su agente, el cuerno pequeño.
Restauración mediante el juicio
Ahora preguntamos: ¿De qué manera se realizará la restauración del santuario
celestial, la vindicación de Cristo y de su derecho de concedernos el perdón? Las mismas
profecías de Daniel 7 y 8 que predicen el ataque contra el santuario aclaran que su
restauración será realizada mediante el juicio.
Pero, ¿cómo podría el juicio constituir una “restauración” para el santuario?
Con respecto al perdón de pecados en el “continuo” del antiguo santuario, se
repite muchas veces la siguiente frase: “Así el sacerdote hará por él la expiación de su
pecado, y tendrá perdón” (Lev. 4:26; 4:31, 35; 5:10, 13, 16, 18; 19:22; Núm. 15:28). En la
era cristiana se nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (ljuan 1:9).
El perdón es un acto judicial, es un fallo, un veredicto en el que un acusado es
declarado libre de cargos. El “continuo”, tanto en el Antiguo Testamento como en el
Nuevo, es ese juicio mediante el cual el pecador es perdonado y declarado libre de
condenación (Rom. 8:1) y, por lo tanto, recibe la vida eterna, Es precisamente esto que
molesta a Satanás y lo conduce a acusar a Dios de injusticia por “haber pasado por alto en
su paciencia, pecados pasados” (Rom. 3:25). Dios muy bien podría decir: “He dicho. Nadie
tiene que cuestionar mis decisiones”.
Pero el gran conflicto se esgrime precisamente con armas de persuasión, no de
coerción; y, por eso, Dios le concede al enemigo un recurso de apelación. “Dices que he
sido injusto. Muy bien, aquí están las evidencias, aquí expongo el historial completo de
cada caso”. El juicio final es un juicio apelativo, de segunda instancia, donde se hace un
repaso judicial del veredicto pronunciado en el primer juzgado que es el “continuo”.