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influencia de una de las hijas de Jezabel (2 Crón. 21:12-14). La conversión de las aguas en
sangre ocurrió bajo el ministerio de Elíseo (2 Rey. 3:21-24).
La misión de Elías y Elíseo, los dos testigos de antaño, fue la de alzar la voz de
protesta en un tiempo de gran apostasía. Dieron su mensaje en una época cuando el
paganismo había logrado introducirse en el corazón de la iglesia, y aunque parecía
durante los 1,260 días literales que su mensaje no estaba siendo oído, al final se produjo
una gran reforma. (154)
De la misma manera, las Escrituras testificaron durante los 1,260 años de apostasía
de la Edad Media. Ante cada mío de los errores y escándalos de “Jezabel”, los testigos,
imperturbables, mantuvieron su testimonio.
Pero tuvieron que profetizar “vestidos de cilicio”. El cilicio es señal de luto, de
duelo y angustia (Ester 4:1-4; Sal. 35:13; Dan. 9:3; Apoc. 6:12). Simboliza, en esta profecía,
el desprecio y la aguda represión a que estuvieron sujetas las Escrituras durante los 1,260
años (Apoc. 2:20; 17:1-6; compárese con 2 Rey. 1:8). Y al final de este período, los testigos
fueron vencidos y muertos, pues a continuación dice la profecía:
La muerte de los testigos
Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará
guerra contra ellos, y los vencerá y los matará (vers. 7).
En este versículo surge una potencia diferente. Durante 1,260 años la enseñanza
de las Escrituras sufrió aguda persecución de parte de “Jezabel”, pero la nueva potencia
les asesta un golpe todavía peor.
¿Cuál es esta nueva potencia? Observamos varios detalles dados en la profecía que
nos ayudan a identificar a la potencia y el momento histórico cuando debe actuar:
1.
Aparece “cuando [los dos testigos] hayan acabado su testimonio”, o sea hacia el
final de los 1,260 años. De ahí entendemos que debe aparecer alrededor del año
1798.
2.
Es una nueva potencia. El profeta la ve subiendo en ese momento, de modo que
no puede ser la misma entidad responsable de la opresión de las Escrituras
durante los 1,260 años.
3.
Esta potencia sube del “abismo”, un lugar asociado en el capítulo 8 con el
paganismo, o sea con las religiones no cristianas.
Dadas estas señales, la identificación de esta potencia se vuelve clara. (155) Preci-
samente en el tiempo profetizado aparece un nuevo movimiento, abiertamente
anticristiano, que lanza contra la Biblia uno de los ataques más agudos que ésta haya