Para los moradores del cielo, es decir, en lo que a su propia salvación y eterna
seguridad se refería, el gran conflicto de los siglos había terminado, pues había quedado
resuelto con la muerte de Jesús en el Calvario. Desde ese momento, ya no se le permitiría
a Satanás asediar más a los ángeles de Dios con sus insinuaciones cuando éstos entraban y
salían por las puertas celestiales. Fue así como culminó el proceso mencionado en esta
profecía, y quedó definitivamente “lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el
cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.
Un ¡ay! para la tierra
Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la
tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que
tiene poco tiempo (vers. 12).
Con razón podían regocijarse los cielos y los que moraban en ellos, porque para
ellos la controversia había terminado. En cambio, para los moradores de la tierra,
permanecía aún el “ay”.
Desde el momento cuando Cristo ganó la victoria en la cruz, Satanás sabe que su
tiempo está limitado, que su suerte está sellada y que ya están señalados el día y la hora
de su destrucción.
¿Cómo se puede decir que Satanás tenía “poco” [del griego, oligos] tiempo a partir
de la muerte de Cristo si han pasado más de dos mil años y todavía está vivo y activo?
También Cristo dijo que son “pocos” [oligos] los que entran por la puerta estrecha de la
salvación (Mat. 7:14). Pero Juan vio a los redimidos como una gran multitud que nadie
podía contar (Apoc. 7:9). Es que son pocos comparados con los muchos que van por el
camino ancho. Asimismo, Satanás sabe que le queda “poco” tiempo comparado con la
eternidad que esperaba lograr. (169)
Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que
había dado a luz al hijo varón (vers. 13).
Después del Calvario, Satanás ya era un enemigo derrotado, pero aún no había
llegado el momento cuando podía ser destruido, pues todavía quedaba por aclarar un
aspecto de la mentira que él había propagado en el universo. Él podía señalar como
ejemplo la cobardía y traición de los mismos discípulos cuando Cristo fue arrestado. “He
ahí —podía decir— la prueba de lo que yo he dicho. Está bien que Cristo murió, pero entre
los hombres ninguno es fiel y obediente”. Estas son acusaciones que sólo los seres
humanos pueden contestar. Así que se hizo necesario un tiempo más de espera hasta la
consumación final de todas las cosas.
Satanás ya no puede discutir el hecho de que él ha sido derrotado, pero ve todavía
la posibilidad de arrebatar de las manos del Salvador los frutos de su victoria: las almas