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Dios en los últimos días también será conocido por su obediencia. “Se le ha concedido que
se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de
los santos” (Apoc. 19:8).
El profeta Daniel, al hablar de los 1,260 años de opresión, dijo que el enemigo
pensaría en “cambiar los tiempos y la ley” (Dan. 7:25). Entre los diez mandamientos sólo
uno tiene que ver con el tiempo: es el cuarto que ordena la observancia del sábado. Dice
específicamente el texto: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días
trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo día es día de descanso, consagrado a Yavé tu
Dios, y no harás en él trabajo alguno” (Éxo. 20:8-10).3 (173)
En obediencia a estas palabras, el Señor Jesucristo asistía a una casa de cultos en el
día sábado (Luc. 4:16). No encontramos en la Biblia una sola palabra que ordene un
cambio en el día de reposo. Y para eliminar toda duda, Cristo dijo: “No penséis que he
venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar sino para cumplir”
(Mat. 5:17). No fue sino hasta el segundo siglo de nuestra era cuando algunos cristianos
en la ciudad de Roma y otros en Alejandría empezaron a conmemorar el domingo que es
el primer día de la semana.4
En los siguientes siglos, la observancia del domingo poco a poco se hizo más
común hasta que llegó a ser casi universal. Pero este pasaje de Apocalipsis 12:17 revela
que en los últimos días se vería una restauración y un retorno a la obediencia primitiva. El
“remanente” de los últimos días “guarda los mandamientos”.
Tienen el testimonio de Jesucristo. Otra característica de los fieles es que “tienen
el testimonio de Jesucristo”.
Pero, ¿qué es ese “testimonio”? A continuación, aparecen dos pasajes que arrojan
luz sobre este asunto: (174)
Apocalipsis 19:10: Y me dijo: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus
hermanos que poseen el testimonio de Jesús; adora a Dios. Pues el testimonio de Jesús es
el espíritu de la profecía.
Apocalipsis 22:9: Y me dijo: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo, y de tus
hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Está claro que “los hermanos que poseen el testimonio de Jesús” son “los
profetas”. Esta conclusión se confirma en el primer pasaje donde el ángel agrega que “el
testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.
Igual que en antaño, el pueblo de Dios en los últimos días recibe y comparte
mensajes recibidos a través del don profético (Rom. 3:2). El mismo Dios que en el pasado
habló “en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas” (Hebreos
1:1), ha escogido nuevamente a un pueblo para que sea su vocero, que dé testimonio de