Esta interpretación se confirma cuando observamos que el primer evento
simbolizado es la vida terrenal del Señor Jesucristo, quien nació durante el reinado de
César Augusto (Luc. 2: l), realizó su ministerio público en el tiempo de Tiberio (Luc. 3:1) y
fue crucificado por orden de un procurador romano llamado Poncio Pilato (Hech. 4:27).
En cambio, cuando esta bestia del capítulo 13 sale del mar, trae las diademas en
sus diez cuernos. Se refiere, pues, a una potencia que surgió en el tiempo cuando el cetro
de autoridad política había pasado de Roma y estaba en manos de los reinos divididos.
Y la bestia que vi era semejante a un leopardo y sus pies como de oso, y su boca
como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono y grande autoridad (vers. 2).
La bestia incorpora en su fisonomía elementos del leopardo, del oso y del león,
animales que aparecen en la profecía de Daniel 7. En dicha profecía estas tres bestias
aparecen sobre el escenario una seguida de la otra, simbolizando la forma como el poder
iba a pasar sucesivamente por las manos de Babilonia, Persia y Grecia, seguidas por la
Roma imperial.
Notamos en particular la forma cómo vino la sucesión de poder. Cada una de las
primeras potencias ascendió derrocando a la anterior. No acontece lo mismo con el
sucesor de Roma. Dice que “El dragón [representando, en este caso, a la Roma imperial] le
dio su poder y su trono y grande autoridad". Donde la profecía de Daniel 7 habla de estos
mismos eventos, dice que esta quinta potencia surge como un pequeño cuerno que brota
de la cabeza de Roma.
Estas palabras nos ofrecen otra pista para confirmar la identidad de la potencia
representada por esta bestia. Es la entidad que recibió de la Roma imperial su prestigio, su
autoridad, y al final, su misma sede.
Con esto tenemos varias pistas para identificar a esta potencia: 1. Es la siguiente
gran potencia después de la Roma imperial. 2. Surge en el tiempo de los “reinos
divididos”, o sea de los fragmentos que quedaron cuando el Imperio Romano empezó a
debilitarse en el siglo VI. 3. Incorpora aspectos culturales de Babilonia, Persia y Grecia, y 4.
Recibe del Imperio Romano su poder, su autoridad y su misma capital. Hay sólo una
respuesta posible:
Constantino, el primer emperador cristiano, desocupó la ciudad de Roma haciendo
pasar la sede del imperio a Constantinopla, la nueva capital que él estableció, la que hoy
se llama Estambul. Se decía al principio que el imperio tendría dos capitales, pero en
realidad nunca fue así. (179)
En el occidente quedó un tremendo vacío de autoridad, y el resultado se vio
muchas veces en el desorden y la anarquía. El emperador Justiniano, buscando a alguien
que pudiera llenar este vacío, invistió de autoridad política al papa. Tal como notamos en
el capítulo anterior, esta investidura se hizo efectiva en el año 538 d.C.