De esta manera, hubo un cumplimiento literal de la profecía: el dragón, o sea el
Imperio Romano, le dio a la Iglesia Romana su autoridad, su autoridad política y su misma
sede.
Una herida de muerte que fue sanada
Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y
se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado
autoridad a la bestia y adoraron a la bestia diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá
luchar contra ella? (vers. 3-5).
El período de 42 meses es igual a 1,260 años de tiempo literal. En el capítulo 12
repasamos los eventos históricos que marcaron el inicio de este período profético, cuando
la iglesia romana accedió al poder político en el año 538.
Mucho antes del fin del tiempo profetizado, el papado venía perdiendo poder. El
punto decisivo vino en 1798 —precisamente 1,260 años después do su inicio— cuando el
general Luis Berthier entró con el ejército francés a la ciudad de Roma. Actuando bajo
órdenes de la Junta de Gobierno de Francia, hizo comparecer al papa Pío VI y le preguntó
si estaba dispuesto a renunciar a su poder político y preocuparse solamente por las almas
de los fieles. Cuando Pío se rehusó, el general lo arrestó y declaró que, de todas maneras,
su autoridad política había terminado. El objetivo de los racionalistas franceses no era
acabar con la religión católica, ni con el papado. No eran anticatólicos en el sentido de
favorecer una religión diferente. Ellos querían poner fin al poder civil del papado y su
capacidad de incursionar en asuntos del estado. Parecía, en verdad, una herida “mortal”.
(180)
Fue un punto decisivo y culminante en el proceso que constituyó la “herida de
muerte”.
Pío VI murió exiliado en Valencia, el 29 de agosto de 1799. Después de este golpe,
hubo una tregua, cuando se eligió a un nuevo papa el 14 de marzo de 1800 y se devolvió a
la Santa Sede el Estado Pontificio. Pero en 1870 los revolucionarios italianos se lo quitaron
definitivamente, y pasó a ser parte del reino de Italia. El Estado Pontificio había
constituido casi la tercera parte de Italia y había sido gobernado con autoridad absoluta
por el papa. Con esto, el papa se encerró en el Vaticano y anunció que no saldría más
mientras no se rectificaran las injusticias que le habían hecho. Tanto en lo que se refería a
su autoridad política como en el prestigio que había disfrutado, el papado estaba
entonces en el punto más bajo de su larga historia.
Pero la profecía no sólo predice una herida de muerte, sino que nos asegura
también que dicha herida sería milagrosamente sanada.
Fue mediante un proceso largo que la Iglesia Romana cayó en un estado de
desprestigio y debilidad, y no se ha de esperar que su restauración ocurra en un