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momento. Pero en años recientes, hemos quedado admirados al ver la rapidez del
movimiento. La diplomacia incansable de Juan Pablo II logró establecer al papado en una
posición de influencia política que no había disfrutado desde la Edad Media. El 24 de junio
de 2001, la revista Time publicó un reportaje titulado “La santa alianza”, una descripción
de cómo la colaboración entre el papa y el presidente norteamericano Ronald Reagan
produjo la caída del régimen comunista en Polonia, hecho que constituyó el principio del
fin para la cortina de hierro.
Casi todas las naciones occidentales hoy envían embajadores al Vaticano, una
diminuta nación que cuenta con unos 800 ciudadanos. Es un reconocimiento franco de la
condición del papa como jugador acreditado en la arena geopolítica, y que los cambios
que los liberales franceses quisieron efectuar en 1798 han quedado asombrosamente
revertidos. (181)
Lo que el finado papa logró en este sentido se reflejó también en ocasión do su
funeral celebrado el 5 de abril de 2001. Fue la reunión de jefes de estado más grande de la
historia. Cuatro reyes, cinco reinas y por lo menos 70 presidentes y primeros ministros,
además de 14 dirigentes máximos de otras religiones asistieron al evento. Probablemente
fue también la reunión más grande del cristianismo, con un número estimado de
asistentes de cuatro millones sólo en Roma, mientras incontables millones más
observaron el evento a través de la televisión en cada país del mundo.1
¿Cómo será el desenlace de estas tendencias durante los próximos años?
Mantengámonos en sintonía. Cualquier evento aislado, por sí solo, puede no ser
significativo, pero cuando observamos los cambios en perspectiva, nos dicen claramente
que la historia se mueve a pasos agigantados hacia el cumplimiento de la profecía.
Lo que hemos visto hasta ahora son pasos importantes en la curación de la “herida
mortal”; pero sin duda, su cumplimiento pleno está todavía en el futuro. Estudiaremos
más acerca de esto en el capítulo 17.
A continuación, anotaremos algunos datos sobre la actuación de esta entidad
mientras estaba en el apogeo de su poder durante los cuarenta y dos meses:
Blasfemias contra Dios
También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio
autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios,
para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo (vers. 5,
6).
En el análisis del capítulo 11, pudimos comprender algunas dimensiones de la
“blasfemia” contra el nombre de Dios y contra su tabernáculo. Se refiere al ataque
lanzado por el enemigo contra el perdón de pecados que se realiza en el tabernáculo.
(182)