En verdad había que afrontar tribulación, pues el futuro parecía sumamente
inseguro mientras arreciaba la persecución a la iglesia bajo el emperador Domiciano.
No es que Domiciano fuera el primer emperador en perseguir a los cristianos.
También Calígula (37-41), que probablemente era un demente, 60 años antes había
insistido en que todos lo adoraran como dios. Muchas personas, principalmente judíos y
algunos de los pocos cristianos de ese entonces, habían caído en sus garras. Después, el
depravado Nerón (54- 68) persiguió a los cristianos, deseando distraer de sí mismo el
oprobio del populacho.
Pero ahora viene Domiciano. Igual que los anteriores, es una especie de
endemoniado, pero con una diferencia: es un endemoniado cuerdo, y ésta es la clase más
peligrosa. Toma sus medidas con un cálculo frío y desalmado. No que fuera intolerante
con las distintas religiones en el imperio; la gente puede seguir adorando a cuantos dioses
quiera, toda vez que esté dispuesta a adorarle como a un dios también a él.
De modo que a los gobernadores y demás oficiales les ordena rotular todo escrito
así: “Domiciano, nuestro Señor y Dios, decreta:...” Su imagen aparece en todos los
mercados y plazas públicas y hay ciertas fechas señaladas cuando es imprescindible
quemar incienso ante ella. El que se niega a hacerlo arriesga su vida.
No era fácil ser cristiano bajo semejantes condiciones, y ser conocido como
dirigente de la iglesia, sería doblemente peligroso. Nadie dudaba del significado de sus
palabras cuando el anciano apóstol escribió que había tribulación.
Patmos queda a unos 54 kilómetros de la costa de Asia Menor, donde estaban las
siete iglesias mencionadas en el libro. Es una islita rocosa y de escasa vegetación, aunque
cuenta con un buen puerto y una agricultura primitiva. Era uno de los muchos lugares
donde los romanos solían enviar a sus prisioneros. Una tradición muy antigua afirma que
Juan fue enviado a Patmos en el año 95 durante el reinado de Domiciano, y que fue
puesto en libertad 18 meses después cuando el cetro del imperio cayó en manos de
Nerva.
Nuestro Hermano mayor
Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor
;
y oí detrás de mí una gran voz
como de trompeta, que decía: “Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el
último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están
en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y
me volví para ver la voz que hablaba conmigo
;
y vuelto, vi siete candeleros
de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del
Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el
pecho con un cinto de oro
(vers. 10-13).