Page 16 - Vengo en Breve1

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Juan dice que vio a un ser humano, pero ¡cuán glorioso es nuestro Hermano
mayor! Es resplandeciente y hermoso, más refulgente que el sol (vers. 14). Con razón el
anciano apóstol se postra para adorar.
Al comparar esta descripción del Hijo del Hombre con visiones de Dios registradas
en otras partes de la Biblia (véase Dan. 7:9; Eze. 1:26,27; Apoc. 4:2, 3), descubrimos que es
la misma apariencia, y así confirmamos que mientras el Salvador retiene su humanidad,
no ha perdido su carácter divino. Y el Padre ha contestado la oración de Jesús registrada
en Juan 17:5: “Ahora, pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo fuese”.
Así es como él nos representa. Lleva nuestra carne humana ante la corte del
universo. Es nuestro Hermano y, como tal, es nuestro representante; pero exaltado con
los atributos de la divinidad (véase Fil. 2:5-10).
¡Cristo es vencedor!
¿Por qué se presenta de esta manera nuestro Salvador al principio de la re-
velación? ¿Qué trata de decirnos? Al entenderlo, podemos captar el mensaje esencial de
este capítulo y del libro entero.
Observemos algunas de las expresiones principales: “Jesucristo, [...] el primogénito
de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra, [...] el Alfa y la Omega, el primero y
el último, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (vers. 5, 8). Después
viene la visión gloriosa del Señor y éste le dice al profeta: “No temas; yo soy el primero y
el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos,
amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (vers. 17,18).
Hace énfasis en su victoria sobre la muerte, en su divinidad e inmortalidad y en su
segunda venida: “He aquí viene con las nubes y todo ojo le verá” (vers. 7).
¿Cuál es el mensaje que todo esto trae para el pueblo de Dios? Es un mensaje de
aliento y fortaleza en medio de las pruebas: ¡Valor y ánimo, manada pequeña! Sufriréis, sí.
Algunos morirán por mí. Pero no temáis. “He aquí que vivo por los siglos de los siglos,
amén. Y tengo las llaves de la muerte y del sepulcro” (vers. 17,18).
Si tratáramos de resumir en sólo tres palabras el mensaje esencial de este capítulo
y de todo el Apocalipsis, diríamos: “CRISTO ES VENCEDOR”.
¡Qué hermoso mensaje de amor de parte del Cristo resucitado para su pueblo!
Repítase de boca en boca, de país en país. Que resuene donde el mal predomina, donde el
campo parece rechazar el arado, y los placeres del mundo llamen con voz de sirena a los
corazones duros e indiferentes. Óiganlo en las tierras donde la persecución y la opresión
prueban el valor de los más resueltos. Escúchenlo todos: ¡Cristo es vencedor! “He aquí
viene en las nubes y todo ojo le verá, y los que le traspasaron” (vers. 7). “Al que nos amó,