ejemplo, Isaías 63:1-6 presenta a Cristo con vestiduras manchadas de sangre porque ha
pisado el lagar en el que están echados sus enemigos (compárese con Apoc. 14:18-20). La
gran profecía mesiánica del Salmo 2 dice que Cristo regirá a las naciones con vara de
hierro, que las va a quebrantar y las va a desmenuzar como vasija de alfarero (Sal. 2:9).
Nabucodonosor, rey de Babilonia, se hacía llamar “rey de reyes” (Dan. 2:37). Aquí la
profecía aclara quién es el que lleva el título con propiedad.
Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a
todas las aves que vuelan en medio del cielo: ¡Venid, y congregaos a la gran
cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y capitanes, y carnes de
fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y
esclavos, pequeños y grandes! (vers. 17, 18).
Esta es la contraparte de la invitación a las bodas del Cordero. Aquí el ángel no
llama al pueblo de Dios sino a aves de rapiña. Los más poderosos de la tierra pronto serán
aniquilados ante la majestad y el poder de Dios. “Y yacerán los muertos de Jehová en
aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni
serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra” (Jer. 25.33). (254)
Con este lenguaje simbólico el Señor nos aclara que no hay duda acerca del
resultado de la batalla de Armagedón. No es con temor sino con seguridad como el cielo
espera el resultado del enfrentamiento.
Lanzados dentro de un lago de fuego
Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para
guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia
fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de él las
señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la
bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro
de un lago de fuego que arde con azufre (vers. 19-20).
Según vimos en el capítulo 16, cuando se escuchó desde el cielo la voz de Dios que
anunciaba la condenación de sus enemigos y la liberación de su pueblo, “la gran ciudad
fue dividida en tres partes” (16:19). Esto significa que la triple alianza quedó desarticulada.
En este pasaje se aclaran más los detalles de este proceso.
El Cordero vence a la alianza (17:14), pero no lo hace arrojando bombas desde el
cielo. La vence de la misma manera como destruyó a una triple alianza que atacó a su
pueblo en los días del rey Josafat (2 Crón. 20:20-24): pone a los enemigos a atacarse unos
a otros hasta que se destruyan. Esto se consideró en el análisis del capítulo 16.
Pero al principio sólo dos de los tres resultan destruidos: al inicio de los mil años
mencionados en el siguiente capítulo, el falso profeta y la bestia son “lanzados vivos