dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (vers. 20). Pero el gran dragón bermejo,
que representa al “diablo y Satanás” (12:9; 20:1), no corre la misma suerte. (255)
Él queda encadenado para que no engañe más a las naciones (20:2), pero no es
sino hasta el fin de los mil años cuando el diablo será “lanzado en el lago de fuego y azufre
donde estaban la bestia y el falso profeta” (20:10).
Al final de los mil años, según lo estudiaremos a continuación, habrá un fuego
literal. Esto está profetizado en Apocalipsis 20:9, donde dice que “descendió fuego del
cielo y los consumió”. Este fuego destruirá la tierra. Será tan intenso que las mismas
piedras arderán y serán derretidas (2 Ped. 3:10-12). Consumirá por completo a los
pecadores y sus obras de maldad. “No les dejará ni raíz ni rama”; los convertirá en cenizas
(Mal. 4:1, 3).
Se trata de un fuego literal con resultados reales y permanentes; pero el “lago de
fuego que arde con azufre” que se describe en el versículo 20, como también en
Apocalipsis 14:10, 11, es diferente. Representa el castigo de los malos cuando sus
seguidores desengañados se vuelvan contra ellos para destruirlos. “Aborrecerán a la
ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con
fuego” (Apoc. 17:16).
Si el lago de fuego con azufre fuera literal, tendríamos que creer que algunos seres
humanos permanecerán mil años entre las llamas, mientras que el mismo Satanás queda
libre de sufrimiento, pues dice la profecía que la bestia y el falso profeta son lanzados al
fuego al principio de los mil años, pero el diablo no será lanzado sino hasta el final de este
período.
La muerte de los sobrevivientes
Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que
montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos (vers.
21).
Es especialmente notable que la espada con la que Cristo hiere a sus enemigos en
esta figura sale de su boca (compárese con Isa. 49:2; Apoc. 1:16 y 2:12,16). Como ya
vimos, el apóstol Pablo nos dice que “la espada del Espíritu” es “la Palabra de Dios” (Efe.
6:17). (256
)
Por esta misma “Palabra” esta energía divina, fueron creados los cielos y la
tierra (Sal. 33:6). Es ella el sustento y fortaleza del cristiano (Jer. 15:16; Mat. 4:4). Pero,
para los que nunca la aceptaron, será la agencia de su destrucción en “el día del juicio y de
la perdición de los hombres impíos” (2 Ped. 3:5-7).
A “los demás” —a los que no murieron en las primeras plagas, ni en la Batalla de
Armagedón que es la séptima— el Señor los “matará con el espíritu de su boca, y destruirá
con el resplandor de su venida” (2 Tes. 2:8; ver otras observaciones acerca de la espada en
el comentario sobre Apoc. 2:16).