Page 190 - Vengo en Breve1

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Los enemigos de Dios, en su desesperación y furia, están a punto de lanzarse sobre
la ciudad, pero son detenidos por el poder de Dios y se inicia la fase final del gran drama
del juicio.
Ante el gran trono blanco
Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual
huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto; el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el
mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades [el sepulcro]
entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según
sus obras (vers. 11-13).
La primera fase del juicio se llevó a cabo por amor a los ángeles y a los habitantes
de los mundos no caídos; la segunda fase se realizó por amor a los redimidos, para que
ellos también pudieran conocer la equidad y la justicia de Dios. ¿Cuál es el propósito de
esta tercera fase del juicio? (265) Se lleva a cabo para beneficio de los perdidos mismos.
Para confirmar la paz del universo, es necesario que toda boca se cierre y todo el
mundo quede bajo el juicio de Dios” (Rom. 3:19). El apóstol Pablo citó la profecía de Isaías
45:23 al escribir: “Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito
está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a
Dios” (Rom. 14: 10, 11; véase también Fil. 2:8-10).
Para lograr este objetivo no será necesario que transcurra mucho tiempo. De la
manera como la vida parece pasar delante de los ojos de una persona que está en peligro
de muerte; en esa hora, el Juez de toda la tierra hará pasar ante la vista de cada uno de los
perdidos la historia de su propia vida. Con terrible exactitud se acuerdan de aquellas
escenas que la memoria en vano ha querido desterrar. Ven cada una de las ocasiones y las
circunstancias en que ellos despreciaron las oportunidades que tuvieron de conocer la
verdad. Escuchan de nuevo las palabras pronunciadas por ellos, las que sirvieron para
endurecer su propio corazón y el de otros en contra de la verdad. Ven con claridad las
bajas intenciones y los motivos ocultos que estaban detrás de acciones aparentemente
buenas; cada descuido en vivir a la altura de la luz que habían recibido y cada pecado
acariciado que mantuvo sus pies en el camino descendente hasta que, finalmente, en el
momento decisivo, echaron su suerte en contra de la verdad, en contra de Dios y de su
pueblo, y se sumieron en las tinieblas y el error. Como en una pantalla, estas escenas
pasan ante la vista de cada persona entre la enorme multitud.
De los labios de toda aquella vasta multitud saldrá una confesión, un reco-
nocimiento de culpabilidad. No será motivado por arrepentimiento y contrición, sino más