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historia de la iglesia, o sea del tiempo de la persecución de la iglesia por parte
de Roma durante los años 100-313 d. C.
Antes del año 100, la persecución que sufrió la iglesia fue esporádica, casi
diríamos caprichosa. Todavía no eran muy numerosos los creyentes, y pocas
veces los enemigos organizaban una persecución dirigida contra cristianos por
serlo, sino que sufrían por una persecución contra los judíos muchos romanos
los veían como una secta judía, o cuando rehusaban quemar incienso ante los
altares de Roma.
Pero, alrededor del año 100, el emperador Trajano estableció una nueva
política para con los cristianos que sería seguida en forma más o menos
constante durante los próximos 200 años. Decía Trajano que los cristianos no
debían ser buscados para perseguirlos, pero que si alguien levantaba una
acusación contra ellos, debían ser interrogados y obligados a renunciar a su fe o
morir.
Como resultado de esta política no muy lógica, durante la mayor parte de
esta etapa, la persecución de los cristianos no fue sistemática ni universal, sino
más bien caprichosa y esporádica, aunque muchas veces muy cruel.
"Tendréis tribulación por diez días", dijo Cristo. Estas palabras denotan
un sufrimiento que no iba a durar demasiado tiempo. Podría ser agudo, pero no
resultaría en el exterminio de la iglesia. Y, en efecto, así sucedió: durante esa
época hubo temporadas cuando el sufrimiento de la iglesia fue severo. Y
algunas de ellas, en efecto, duraron alrededor de diez años, tiempo que
correspondería a los "diez días" que menciona la profecía.
Por ejemplo, durante el tiempo de Antonino Pío (128-161), los cristianos
fueron acusados de ser responsables de una serie de terremotos ocurridos en
Asia Menor. Miles murieron, entre ellos el famoso Policarpo, obispo de
Esmirna.
Bajo Marco Aurelio (161-180), unos filósofos griegos acusaron a los
cristianos de graves crímenes, y se desató un período de persecución por demás
terrible.
Trajano Decio (249-251) vio que la fe cristiana se había propagado tanto
que amenazaba la existencia misma de la religión pagana y ordenó el
exterminio del cristianismo. La severidad de esta disposición fue moderada sin
duda por su muerte sucedida en el 251, pero su idea fue seguida, en cierto
grado, por Galo (251-253) y Valeriano (253-260).