y más tarde perdería por completo en la competencia con Éfeso. Sin embargo, cuando la
iglesia primitiva se estableció allí, Pérgamo era todavía una ciudad importante y orgullosa.
La historia de Pérgamo revela una nota curiosa, especialmente cuando uno la
considera a la luz del mensaje que recibió la iglesia de ese lugar, y a la luz de lo que ocurrió
al pueblo de Dios durante la época histórica representada por Pérgamo.
Lisímaco fue el que empezó a fortificar a Pérgamo y a convertirla en una ciudad de
importancia. Posiblemente pensaba establecer allí su capital. No lo sabemos, debido a que
pronto se vio envuelto en una lucha a muerte con sus rivales, y por tal motivo no tuvo
mucho tiempo para pensar en los detalles de cómo iba a ordenar su gobierno.
Pero el hecho es que Lisímaco depositó en Pérgamo su tesoro personal de nueve
mil talentos a cargo de un tal Filetero. A la muerte de aquél, Filetero se adueñó de la
fortuna y la usó para fundar su propia dinastía (283-263 a.C.).
Fue glorioso el principio de este pequeño reino, pues en poco tiempo Filetero tuvo
que defender su corona contra los ejércitos del general Antíoco, y ocurrió lo inesperado.
Este reino, recién establecido y con pocos recursos humanos, hizo lo que Lisímaco no
había podido lograr: derrotar al gran Antíoco en el campo de batalla y establecer
definitivamente su independencia.
Atalo I (241-197 a.C.), primo y sucesor de Filetero, prosiguió los mismos planes y
aumentó en tres veces más el territorio del reino valiéndose de las armas. Cuando murió,
había subyugado prácticamente todo el occidente de Asia Menor. Después de consolidar
sus conquistas, Atalo se dedicó a fomentar el comercio y las ciencias durante su reinado,
que duró más de 40 años.
Una cosa más hizo Atalo que llama la atención: estableció una alianza con Roma y
aprovechó el apoyo de ésta para confirmar su posición y sus conquistas.
Bajo Eumenes II (197-159 a.C.), hijo de Atalo, Pérgamo llegó a su apogeo. Eumenes
levantó suntuosos templos, teatros y otros edificios públicos que rivalizaban en esplendor
con los de Atenas.
Como amante de las letras, Eumenes patrocinó una biblioteca que llegó a tener
200,000 volúmenes, constituyéndose en la segunda del mundo. Por cierto, de allí ha salido
la palabra "pergamino", pues el rey Tolomeo Epífanes de Egipto, sintiendo celos por el
prestigio de la biblioteca de Alejandría, prohibió la exportación de papiro. Privados de la
única fuente de papel en el mundo antiguo, los bibliotecarios de Pérgamo aprendieron a
preparar un material hecho de cuero fino que terminó por desplazar al papiro en todas
partes del mundo antiguo. Estos cueros fueron llamados "pergaminos" por su lugar de
origen.