Page 32 - Vengo en Breve1

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A Balaam, el que se menciona en este pasaje, le correspondió el alto honor de ser
llamado como profeta o vocero de Dios en el tiempo cuando Israel estaba saliendo de
Egipto. Balac, en ese entonces rey de Moab, se llenó de pavor al ver cómo avanzaba Israel
como una fuerza irresistible. Así que ofreció al profeta honores y riquezas para que viniera
a pronunciar maldiciones contra Israel. Parecía un buen plan, y Balaam estuvo de acuerdo,
pero al principio no tuvo éxito, porque mientras el pueblo de Dios permanecía fiel, ni los
esfuerzos de un profeta corrupto podían prevalecer contra ellos.
Cuando Balaam comprendió que no podía maldecir a quienes Dios había
bendecido, le propuso a Balac otra idea: Vamos a ofrecerles amistad, confraternidad —
dijo—, para ver si de esta manera podemos conseguir que se aparten de su Dios, pues
únicamente así caerán.
En Números 25:13, se describe la manera cómo Balac logró su propósito:
"Mientras Israel habitaba en Sitim, el pueblo comenzó a fornicar con las hijas de Moab. Y
éstas invitaron al pueblo a los sacrificios que hacían a sus dioses, y el pueblo comió y se
postró ante sus dioses. Así Israel se unió a BaalPeor,
y se encendió la ira del Señor contra
Israel"
.
El caso de Balaam es una representación admirable de lo que ocurrió en la iglesia
cristiana entre el año 313, cuando Constantino decretó tolerancia para el cristianismo, y el
538 cuando se consumó la unión entre el poder civil y el poder de la iglesia.
Viendo que Cristo había escapado de su ira y vuelto al cielo, el "dragón" (así se
llama a Satanás en el capítulo doce del Apocalipsis) descargó toda su furia sobre la iglesia.
Al principio, el avance de la iglesia parecía tan incontenible como había sido el de Israel. La
profecía lo representa bajo el símbolo de un jinete montado en un caballo blanco, que
sale "venciendo y para vencer" (Apoc. 6:2).
El enemigo primero intentó detener el avance de la iglesia desatando sobre ella
una fuerte persecución. Pero esta táctica no le dio resultado, porque la sangre de los
mártires era como simiente que, cayendo en suelo fértil, hacía abundar más y más la fe de
la iglesia y el número de creyentes. Al aceptar, por fin, que era imposible lograr su
propósito por la violencia, el dragón tendió a la iglesia una rama de olivo: "¿Por qué vamos
a seguir peleando? Hagamos las paces", dijo, susurrando suavemente. Él sabe hablar así
cuando le conviene. Fue esa misma voz la que habló con Eva en el Edén.
Entonces, lo que había ocurrido con Israel en el tiempo de Balaam y lo que pasó en
la historia literal de la ciudad de Pérgamo, sucedió también en la iglesia cristiana. Un
pueblo victorioso, independiente y hecho libre por la gracia de Dios, formó una alianza
fatal, una unión mediante la cual se entregó sin resistencia lo que el enemigo no había
podido arrebatarle en el campo de batalla.