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El maná escondido, premio y sustento del cristiano, es Cristo mismo. Él dijo: "Yo
soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. [...] Este es el
pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron maná, y murieron; el que
come de este pan, vivirá eternamente" (Juan 6:51,58).
Pero para muchos este precioso Pan permanece escondido "porque la palabra de
la Cruz es necedad para los que se pierden" (1 Cor. 1:1821). Como dijo el Señor Jesucristo,
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e
inteligentes, y las revelaste a los niños" (Mat. 11:25; véase también Rom. 1:28),
El veredicto: vida eterna
Le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual
ninguno conoce sino aquel que lo recibe (vers. 17b).
Los romanos fueron los que empezaron el sistema de jurados. Bajo este plan, se le
entregaban a cada miembro del jurado dos piedrecitas. Una era negra, la otra blanca.
Después de escuchar todas las evidencias del caso, los miembros del jurado señalaban su
fallo depositando una de las dos piedrecitas en una urna. Depositar la piedrecita negra
significaba pedir la muerte del acusado, mientras que la piedrecita blanca significaba vida,
absolución, liberación.
Son muchos los ejemplos bíblicos y extrabíblicos de individuos que cambiaron su
nombre en tiempos antiguos (Gén. 17:5; 32:28; Isa. 62:2). El nuevo nombre significaba
siempre un cambio radical en la condición de la persona. Es lo que sucede cuando uno
recibe de la mano de Dios el don inefable de la vida eterna y, por la gracia infinita de Dios,
comienza a disfrutar una vida de orden y propósito (Rom. 8:1). Cuando uno pasa de
muerte a vida, el cambio es tan radical y total que los escritores bíblicos no hallaron otra
forma de expresarlo, sino llamarlo una nueva existencia: "Si alguno está en Cristo, nueva
criatura es [una nueva creación]; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas" (2 Cor. 5:17). Por esto recibe un nuevo nombre.
Tiatira: la iglesia tolerante
La ciudad de Tiatira
Viajando desde Pérgamo hacia el sureste, llegamos a la próspera ciudad de Tiatira.
Si acaso había algo que la diferenciaba, era que no poseía ninguna de las
características que distinguían a las otras. No era puerto ni capital; no era ciudad libre y no
se destacaba como centro cultural. En los anales de su historia no figuran relatos de noble
heroísmo de parte de sus fundadores y pioneros.
Sin embargo, su posición geográfica era ventajosa desde un punto de vista
económico. Estaba situada cómodamente sobre una planicie en el centro de un valle