porque en varias cosas se parecían: los cristianos bebían vino cuando celebraban la
eucaristía o Cena del Señor, y si algún pagano quisiera hacerlo podía acercarse y oír las
palabras: "Ésta es mi sangre que por muchos es derramada".
Debido a esto, los dirigentes cristianos hicieron lo posible por distanciarse de los
judíos. Una de las medidas que adoptaron para lograr esto fue la producción de una
cantidad de escritos en los cuales condenaban enérgicamente a los judíos.
Un cambio radical
Otra medida fue un repudio del reposo sabático que cobró fuerza primero en las
ciudades de Roma y Alejandría y, de ahí, fue extendiéndose a otros lugares.
Pero el cambio en el día de reposo no se efectuó sin oposición, pues había algunos
en aquellos días que decían: ¿Cómo vamos a dejar de guardar el sábado, si Cristo mismo y
los santos apóstoles siempre lo guardaron? Ante la insinuación de que el sábado era un
reposo exclusivamente para los judíos, contestaron que la orden de guardar el sábado se
encuentra entre los diez mandamientos, los cuales deben ser guardados por todos. Se
acordaron, además, de las palabras de Cristo cuando dijo: "No penséis que he venido para
abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir" (Mat. 5:17).
Debido a esta resistencia, los dirigentes tuvieron que recurrir a varias medidas para
conseguir la aceptación de la nueva disposición. Una de ellas fue la de ordenar que el
sábado se tratara como un día de ayuno. Querían que la gente lo viera como un día triste y
pesaroso; y, para quitar la costumbre de utilizar el sábado para adoración, prohibieron
arrodillarse en las horas del sábado. Querían asegurar el rechazo del día en la mente
popular.
Pero, a pesar de estas medidas, no fue fácil imponer la nueva disposición. A través
de la época representada por Esmirna, cuando esta apostasía empezó a difundirse, y aun
en el tiempo de Pérgamo, cuando se generalizó, había muchos que se opusieron. En el
cuarto siglo el emperador Constantino tuvo que publicar un decreto en el cual ordenaba a
la gente que dejara de "sabatizar"; una evidencia clara de que todavía lo estaban
haciendo.
Y tampoco bastó el decreto imperial para lograr el propósito, porque cuarenta
años más tarde el Concilio de Laodicea (364 d.C.) se vio obligado a tratar nuevamente el
tema. En su
Canon
29, dijo: "Los cristianos no deben judaizar, reposando en el día sábado,
sino que en ese día deben trabajar; honrando, en cambio, el Día del Señor; y, si pueden
hacerlo, reposar entonces como cristianos. Pero si alguno se encuentra judaizando, sea
anatema [maldito] de parte de Cristo".
Esto ocurrió antes del tiempo de Tiatira. Precisamente en esto estriba la diferencia
entre la actitud de las iglesias anteriores y la de Tiatira. Durante toda la época de Esmirna