y la de Pérgamo los fieles cristianos que siempre han constituido la iglesia verdadera,
manifestaron su oposición a las falsas doctrinas.
Contra este trasfondo de protesta y oposición al error ocurridas en el tiempo de
Esmirna y Pérgamo, podemos entender mejor en qué consistió el pecado de Tiatira:
era el
pecado de la tolerancia.
Esta cualidad (la tolerancia), por supuesto, es una virtud muy importante para el
cristiano, pero puede convertirse en pecado cuando es motivada por la indiferencia y la
pasividad ante el pecado.
No es que no existieran cristianos fieles en los tiempos de Tiatira; sí, los había. Y,
como observamos anteriormente, el Cristo resucitado no los acusa de fornicar con
Jezabel. Ni siquiera dice que simpatizan con ella. Su pecado no es el de participar de sus
errores, sino el de guardar silencio cuando debían hablar, de no hacer nada cuando debían
actuar. Dice:
"Toleras
[a] esa mujer
"
(vers. 20).
Los tiempos de Jezabel
El nombre "Jezabel", dado por Cristo a la apostasía de Tiatira, es significativo. Se
refiere a un personaje histórico, una hija de Et-baal, rey de Sidón, que se casó con Acab, el
séptimo rey de Israel después de Salomón (1 Rey. 16:31).
Jezabel, como reina, resultó ser una mujer de carácter enérgico que fácilmente
dominó al débil Acab. Ella no sólo detestaba la religión judía, sino que aprovechó el poder
del estado para imponer el culto a Baal.
Llegó el momento cuando el profeta Elías, presa del desaliento, exclamó: "Sólo yo
he quedado" (1 Rey. 19:10). Lo que Elías no sabía era que el Señor tenía todavía un
ejército de fieles que no habían doblado la rodilla ante Baal (vers. 18; Rom. 11:3,4).
Y, ¿por qué no sabía Elías de estos fieles? No sabía porque estaban escondidos.
Adoraban a Dios en secreto. Ante el peligro inminente, habían elegido el camino fácil, tal
vez diríamos el más prudente, de guardar silencio. Algunos, como la familia de Elíseo,
permanecieron en sus hogares, protegidos por la distancia que los separaba de la capital
de donde emanaba la apostasía. Otros, como por ejemplo cien hijos de los profetas,
encontraron refugio en cuevas de las montañas y en escondites similares (1 Rey. 18:13).
Lo mismo sucedió en el tiempo de Tiatira, la iglesia cristiana de la Edad Media, o
sea de los años 538 hasta el 1517.
Allá en Etiopía, el sábado fue honrado como día de reposo hasta en tiempos
modernos. También en otros lugares protegidos por la distancia y por barreras
geográficas, hombres y mujeres fieles —y, en algunos casos, poblaciones enteras—
continuaron guardando los mandamientos de Dios. Muy apropiada es la figura empleada
en el capítulo doce del Apocalipsis para referirse a lo que sucedió durante esta época. Dice